dama y vagabundo
Claudia iba a trabajar como cada mañana como
secretaria a una afamada empresa de seguros, se ponía un poco de maquillaje en
los ojos y en los labios, vestía su mejor sonrisa y se iba en su coche con la
radio puesta y cantando, era una mujer con un bonito despertar y una mujer de
mucha fe y le daba gracias al padre de todos por un día más, aparcaba lo más
cerca que podía del trabajo y pedía dos cafés para llevar, uno cargado y fuerte
para ella y uno manchado y muy dulce para Lucas, Lucas era un vagabundo que
vivía en un banco cerca del alto y lujoso edificio de oficinas, allí estaba
como cada mañana, sucio, despeinado, con el pelo alborotado y con una sonrisa
de buenos días y un gracias de todo corazón en los labios, nadie hablaba con
Lucas por su clase social, por su raza, por pena, por asco, por miedo, pero no
había nada que temer, como una buena hija de Dios Claudia sabía que no solo
había que amar al prójimo también había que ayudarlo en los malos momentos, los
primeros meses solo cambiaban unas frases durante unos pocos minutos, los dos
se sentían incomodos, él le daba los buenos días, si la veía triste siempre
tenía una palabra de ánimo, y ella empezó por llevarle un café y algo que
desayunar por las mañanas, el buenos días de Lucas era algo que no sabía
explicar bien pero como que le alegraba el día y le ponía de muy buen humor,
con el paso de los meses la incomodidad inicial desapareció y se podía decir
que eran medio amigos o amigos, trabajaba duro en la oficina, reía con las
amigas y las compañeras porque era muy bromista y en un ambiente relajado y
feliz se rinde mejor que en un ambiente triste y pesado, nadie la comprendía, y
ella no lo supo explicar, existía una conexión entre los dos, el café de las
mañanas dio paso a que una vez o dos por semana no almorzaba con las chicas y
se iba al banco y se sentaba a almorzar con Lucas, que le contaba como había
tenido mala suerte en su vida hasta acabar en aquel lugar como un vagabundo
apestoso y sin esperanza, escuchándolo a Claudia que era muy sensible se le
saltaban las lágrimas, tuvo mala suerte en el amor, una esposa tóxica que le
fue infiel durante años y que lo arruinó en los últimos días juntos, no tenía
amigos ni tenía familia, era hijo de emigrantes su padre un argentino residente
en Estados Unidos y su madre una mujer peruana sin papeles que dejó todo por
amor y se echó en los brazos del hombre al que amaba sin importar nada más, sus
padres murieron en un incendio siendo muy joven y tuvo que pasar años en casas
de acogidas y en centros especiales del estado para niños así, levantó cabeza
durante un tiempo, durante un tiempo estuvo trabajando en un periódico haciendo
fotos o escribiendo una página donde contaba mitos y leyendas o la historia de alguna
biblioteca, fue allí donde conoció a la que sería su esposa, y bueno lo
siguiente ya lo sabía las tinieblas, le contaba como era su día a día,
batallitas del millón de libros que había leído a lo largo de su vida, le
recitaba poemas que él escribía cuando tenía ocasión, le hablaba de lo dura que
era la vida de un sin techo, de los trucos para la supervivencia los días de
lluvia o las noches donde helaba, Claudia le contaba como le había ido la
mañana, le contaba historias de las muchachas, le hablaba de sus aventuras,
Claudia era un bellezón, era grande, alta, llamativa, con tetas muy grandes
según ella, soñaba con una operación donde se las pudiera reducir, tenía unos
ojos preciosos que brillaban en su cara fina y blanca como dos soles en el
cielo y tenía la boca y la sonrisa más bonita que había visto jamás, era sin
duda un ángel el más hermoso que se le pudo escapar del cielo a Dios, le
contaba como los hombres solo se fijaban en su físico, en sus escotes, en el
tamaño de sus pechos, que solo querían lo que todos, sexo, sexo y más sexo, el
último con quien estuvo le dijo que sus pechos eran un parque de atracciones y
ella no sabía si reír o llorar, que no sabía como vestirse cuando iba a conocer
a los padres de él o cuando le iba a presentar sus amistades porque todos
ponían los ojos en el mismo lugar y era algo frustrante. Lucas la reconfortaba
con sus chistes malos, con sus frases con doble sentido, con sus bromas, con
los cuentos que su imaginación prodigiosa podía armar en unos pocos minutos, el
tiempo pasaba volando en su compañía y cada vez se sentía más a gusto, en la
oficina y en su circulo de amistades ya se empezaban a preocupar ella era una
dama y Lucas era un vagabundo, le presentaban amigos, la llevaban a bailar a
discotecas o a pubs de moda para emparejarla con algún hombre, uno de raza y no
un perro callejero, un abogado, un doctor, alguien con estudios o con un buen
trabajo, querían tenerla ocupada para que sacase de su cabeza a Lucas y entre
todos, entre todas sobre todo casi lo consiguen, pero al día siguiente cuando
Lucas le daba los buenos días y las gracias de todo corazón con una sonrisa en
los labios, todo el lujo y los fuegos de artificio se iban al carajo, una
mañana le llevó cuadernos y bolígrafos para que pudiera escribir sus poemas y
sus cuentos fantásticos, y sin saberlo ese fue el principio del fin para el
mundo que la rodeaba y que durante tantos años había creado. De noche cuando
salía de la oficina al pasar por delante de Lucas siempre le daba algún papel
mal doblado o varias hojas llenas de garabatos que leía en casa después de
haberse dado una ducha caliente y relajada, se sentaba en el sofá con una copa
de vino y leía y releía cada palabra que había escrito aquel hombre perdido en
la oscuridad de la noche y que ante sus ojos era un ángel que Dios le había
puesto en el camino, cada vez estaba más convencida de eso, nada pasa por
casualidad, y empezó a sentir un cosquilleo en su espalda que no sabía como
explicar, siempre tuvo un vacío dentro que nunca supo como llenar, ni el sexo,
ni los viajes por el ancho mundo, ni las clases de baile, ni las fiestas de
disfraces, ni el mejor vino del mundo, ni sus mil aventuras, nada lo supo
llenar, nunca supo que era lo que realmente le faltaba para llenar ese espacio
dentro de su interior, pero aquel hombre del demonio, aquel ángel vagabundo le
estaba empezando a llenar de algo inimaginable, miraba por la ventana las luces
de una ciudad que dormía, como resbalaban las gotas de lluvia por el cristal,
como algún rezagado corría por las aceras buscando el refugio de algún portal o
del calor del hogar, se fue en silencio a su habitación, a la suavidad de su
cama y de sus sábanas limpias, y fue entonces cuando se dio cuenta que llovía
dentro de ella y que una lágrima rodaba por el calor de sus mejillas, leyó la
carta una vez más hasta quedarse dormida.
Y pasan los años y cada vez luces más hermosa,
solo la piel con su sabia experiencia sabe de otoños y de inviernos donde te
atrapa la melancolía y te besa en las mejillas la tristeza con sus penas
dejándote fría , porque vive en ti una eterna primavera con sus noches de
verano tórridas y eróticas de encendidos gemidos de amantes que tocan un cielo
que no existe con sus dos manos y que solo se encuentra y se puede ver bajo el
calor de tu pecho, ángel celestial de cabello de nieve y alas de plata, en ese
cielo tan infinito brilla tu alma junto al Padre de todos, quien pudiera soñar
con tocarla, con ponerles caricias perdiéndose en ese bosque de hadas y magia
sin fin que forman los soles de tus ojos y el embrujo de tu mirada, pasan los
años y puedo decir sin temor a equivocarme que eres mucho más guapa, nada puede
cambiar tu pasado, ni tus tatuajes, ni tus errores, ni tus aciertos, ni tus
lágrimas ni tus risas, ni tus profundas decepciones y alegrías, nada puede
cambiar ni borrar, las huellas de las heridas en tu cuerpo ni en tu alma, ni
los besos que diste y los que no dabas, ni tus estrías, ni tus lunares, ni esas
marcas que casi siempre te avergüenzan y que son tan sexys en tu alcoba vacía,
o en una playa con un traje de baño o desnuda, todo depende de la luz precisa
de los ojos que te miran, y pasan los años, con sus estaciones y allá donde
otros tristes se marchitan, tú brillas con más fuerza como un ascua de luz que
nunca termina, desde niña hasta mujer has sido y eres un torbellino de pura
fuerza y llena de vida, y pasan los años con sus estaciones, y sigues sin
querer levantando pasiones cada día, que eres una mujer cada día más atractiva,
tanto por fuera como por dentro, por eso a tu paso tantos y tantos corazones
sin querer y queriendo suspiran, son muchos los que te quieren, te desean o te
envidian que de todo hay en este mundo y en esta vida, pero aquellos a los que
ha tocado tu misterio y ese corazón tuyo que no cabe en tu pecho además de amarte
te admiran, has dejado tu capullo como mariposa, para dejar de ser una ninfa, y
transformarte en ese ángel de los cielos, a los que otros llaman valquiria, ya
no te odias sino que estás en paz contigo misma, has abrazado la luz de tu
camino, eres más feliz, y se nota y se siente en ese rostro tan bello cuando
enamoras a todos los que te rodean con tu invencible sonrisa, y sigues
despertando ternura, o amor, alegría o oscuras y ardientes perversiones,
inspiración y esperanza que a tu lado el mundo da menos miedo y se ve mejor,
que tu risa es contagiosa y reparte felicidad que tus carcajadas también
abrazan, y a quien alcanza lo hace soñar con encontrarse con esa luz blanca de
tu mirada cada mañana al despertar, pasan los años amiga mía, y hay cosas que no
cambian, aunque parezca una vez más que se me agotan las palabras, ante una
mujer tan bonita y un ser tan maravilloso, y es que puedo decir una vez más,
despacito y suave al ver como caminas cada mañana con un café caliente entre
las manos, que pasan los años con sus estaciones en ese mundo de sueños que en
tu cuerpo y alma resplandecen, tú sigues siendo hoy y siempre, poesía.
Se despertó como cada mañana, alegre, con ganas
de cantar y bailar, no sabía que ropa ponerse quería verse guapa, radiante,
espectacular, indecisa se puso casi lo primero que agarró en el armario, se
pintó los labios, había llamado aquella mañana temprano a la oficina diciendo
que no iría a trabajar, se cogió un día de asuntos personales, fue cantando
como loca y a todo pulmón en el coche, oía su emisora favorita, radio caracol,
la salsa estaba en su sangre, fue al banco de Lucas como siempre aunque esta
vez un poco más tarde de lo habitual, esta vez no llevaba café, lo agarró de la
mano, lo abrazó, le dio un beso entre lágrimas y se lo llevó a casa, se le veía
medio raro y medio feliz en el coche, incrédulo, le cortó el pelo, lo lavó a
conciencia, le dio ropa limpia, ya no era el hombre lleno de lamparones sucio y
maloliente que daba tanto miedo, volvía a verse como una persona con más suerte
en el mundo, ese ángel siempre estuvo presente y nadie más lo supo ver, le sacó
la mugre y ahora se podía ver el brillo de sus alas, esta es también tu casa
Lucas, nunca más saldrás de mi corazón, y desde aquella mañana Dios escribió en
sus corazones y en sus dos almas, la más bonita historia de amor.
Antonio cintas anguas
mapashito