
En lo alto de la más alta
torre, tras los gruesos muros de un enorme castillo, guardado por un fiero y
gigantesco dragón, miro al horizonte tras las rejas de mis ventanas viendo
pasar la vida, cuando se oculta cada tarde el sol, esperando que me rescate una
princesa azul de brillante armadura que no llega nunca, y solo me acompaña mi
soledad y mi voz, van pasando los años y el recuerdo de mis musas es cada vez
más borroso, conocí el amor, o lo creí conocer, tras las almenas en ojos
bonitos y bonitas sonrisas de cuerpos jóvenes que invitaban a soñar y a
escribir poesía, en cuyos versos y letras imaginaba vivir una vida color de rosa
y feliz con ellas, pieles jóvenes que brillaban de sudor o por la luz de las
estrellas que con sus miradas y sus risas fueron dejando dentro de mi corazón
sus huellas, y pasan los años, y el dragón me mira feo, y las cadenas me atan a
los muros que me protegen del mundo exterior, para el que no estoy preparado, y
sueño mirando el cielo azul con la libertad de los pájaros, con tener la
valentía de príncipes y reyes que enamoran fogosos corazones con su gallardía,
y viven aventuras, y forman una familia, y yo tengo mis temores y los dedos
huérfanos de caricias llenos de tinta, de poemas y de cuentos guardados por
todos los rincones, por cajones y estanterías, relatos de vidas bien vividas,
ninguna mía, de sueños inalcanzables muchos de ellos, imposibles de cumplir
porque la vida no espera a nadie y ya he dejado ir tantos días, que me falta más
que valor, alegría y sobre todo salud y energía para buscar mi espada y
construir mi Camelot junto a mi princesa en mi fantasía prometida, me dejo los
ojos en el horizonte esperando a que llegue y dome al dragón y me libere de
este torreón y me lleve con ella, y me enseñe a vivir la vida, que por un
motivo o por otro se me negó, pero llega la noche con sus estrellas y su luna más
pálida, hoy tampoco llegó, y así una, y otra, y otra, preguntándole a las
estrellas tantas cosas sin respuesta, porque solo en mi prisión habita mi
soledad y mi voz, y pasan los días, las semanas, los meses, los años, casi sin
darme cuenta, se va con ellos mi juventud con sus sueños, y me atrapa la rutina
y la melancolía y una sensación de rendición, un pensamiento de no estaré más
protegido jamás que en estos muros y su fiero dragón, y empieza a darme todo un
poco igual, y empiezo a perder un poco la razón, y ya no sé que pienso o que
quiero, ya no sé que hablo porque ni me escucho ni me entiendo, y dejo de mirar
por la ventana porque me canso de esperar a quien nunca va a llegar, y ya no
escribo, solo leo mis versos, y me siento cada hora que pasa mil años más viejo,
y un día, una mañana, así de improvisto como pasan las peores y las mejores
cosas diviso, una silueta a lo lejos, una mujer en el horizonte que avanza
hacia el castillo, se acerca con paso firme, y no es lo que imaginaba, no es
una guerrera princesa de color azul espada en mano con su corcel poderoso y
blanco, viene caminando, sin prisas, despacio, con sus pies descalzos, con
ropajes livianos y amarillos, casi trasparentes tul en algunos sitios, parece
una ilusión óptica, un espejismo, con su piel bajo un cielo abrasador, fina
como la seda de damasco, blanca como la nieve, con su pelo largo y castaño y en
su sonrisa y en sus ojos a lo lejos se adivinan estrellas a montones en un
hechizo mágico, se acerca y me mira, camina mirando a mi ventana, me sonríe, atraviesa
los muros, la pierdo de vista, no pasará del patio de banderas, del dragón
gigante y oscuro, pero dos segundos más tarde ya está en mi puerta, a mi lado
junto a la ventana, me mira como si me conociera, y así tan de cerca puedo decir
sin temor a equivocarme que es la mujer más bonita del mundo.
– Que pequeño se ve el mundo
desde aquí Antonio.
- ¿Cómo has podido pasar y el
dragón?
– Que pena un ser de luz como
tú, un alma tan bonita como la tuya, que triste vida.
- ¿Quién eres?, ¿cómo sabes
mi nombre?
– Una hechicera, una de tus
musas, ya no me recuerdas, una de las muchas que te pidieron romper las
cadenas, una de las muchas a la que escribías versos, poemas de amor, con la
que soñabas con acariciar su pelo y poner en sus labios un beso, porque no te
diste cuenta pero fueron muchas las que te quisieron, unas por capricho de
juventud, otras por interés, o por el momento, pero hubo tres o cuatro que de
verdad te amaron y tú no supiste verlo, soy una de las que te amó, se enamoró
de tu corazón, y me dejaste ir como hiciste con todas, desde tu juventud hasta
hacerte un viejo cascarrabias y solitario, ya no tienes nada ni a nadie, pero
yo estoy aquí, ven, vamos a dar un paseo.
- ¿Por dónde?, ¿y el dragón?
– Sostén mi mano sin miedo,
vamos a mi reino, lejos por un momento de estos muros, soy la hechicera del
desierto.
Bajamos las escaleras de
caracol estrechas y oscuras, mal iluminadas y siniestras, con cuadros que han
perdido su color, con frías estatuas de piedra de antepasados de un linaje que
ha perdido su esplendor, pasamos por el patio de banderas, no se ve nadie, ni
bestia ni humanos, nadie en sus torres y en sus almenas, cruzamos la puerta
abierta de par en par, su rastrillo, y nos adentramos agarrados de la mano por
el desierto, y ya solo queda el castillo en el horizonte muy a lo lejos, solo
se ve arena, arena y más arena.
- ¿Este es tu reino?, ¿solo
arena hasta donde alcanza la vista?
– Pensarás que soy pobre o
una desdichada y loca mujer, pero cada grano de arena esconde todo un mundo en
su interior, mira bien a tu alrededor, soy rica, nadie tiene más que yo.
– No es por molestar, pero yo
solo veo arena.
– Mira mi mano Antonio, mira
los granos de arena que acabo de coger, este grano muestra tu niñez, tu vida,
los primeros pasos, este otro son las niñas de tu calle que hacían latir más
fuerte tu corazón, Vero con sus tetas grandes y su piel tan blanca, y las pecas
de su cara, y tan inalcanzable, y Macarena la morenita de culo respingón,
arisca con todos y solo contigo amable, una belleza de ébano, este otro grano
son tus tiempos más felices, está lleno de risas y de ilusión, y de sueños, que
bonito grano de arena, así debiste ser siempre, este otro grano tiene en su
interior a tus amores de instituto, a Susana caminando sola y mirando hacia
atrás para que tú la abordaras pero elegiste otro camino, será cosa del
destino, y hay muchos más, acerca los ojos.
- ¿Cómo puedes tú saber eso?,
¿y verlo en un puñado de arena?
– Porque yo soy Susana, y soy
la hechicera del desierto, mira este grano que es un poco más grueso, este es
mi castillo, mira como lo soplo al viento y crece como creció tu dragón.
Y sopla y el viento se lleva
la arena de la palma de su mano, y de la nada, como de una tormenta de arena de
improviso aparece ante mis ojos un castillo colosal rodeado de grandes, altos,
gruesos muros, todo de arena, robusto, como el castillo famoso que existe en
Baviera, una obra de arte, una maravilla, con su puerta y sus almenas, con sus
torres y sus ventanas, con sus patios y sus salones, con su trono y sus
habitaciones, debo estar soñando, este prodigio me deja con la boca abierta.
- ¿Ves cómo soy rica?
– Tengo tantas preguntas que
no sé por donde empezar, yo te quería aunque no te lo creas, pero siempre fui
indeciso y miedoso, y pensé abordarte dando un rodeo y muchas veces me he
arrepentido de no ir tras de ti y decirte que no quería perder el contacto
contigo, que me gustabas, que te quería, pero cuando di el rodeo y medio me
armé de valor la oportunidad ya se había ido.
– Lo recuerdo como si fuese
ayer, la vida no da segundas oportunidades, yo miraba cada paso hacia atrás
deseando que vinieras, no fui clara, no supiste ver las señales, o fuiste un
cobarde, o el destino no quiso que estuviésemos juntos quien sabe, te olvidé,
te olvidé y fui feliz, me enamoré, me casé, tuve hijos y nietos, momentos
buenos y momentos malos, a veces al verte sentía aún un cosquilleo, cuando te
veía desde la ventana esperando a que llegase el autobús, y a veces, en algún
sueño, me imaginaba como habría sido mi vida si aquel día nos hubiéramos dicho
mirándonos a los ojos lo que latía en nuestro pecho, pero eso ya es especular,
imaginar, soñar despiertos, ciencia ficción, algo que ninguno de los dos nunca
sabremos, sé que un día me llegó la hora, la vida pasa, no espera a nadie,
desperté en este desierto, en este cuerpo, y cuando supe que era otra vida y me
acostumbré a lo que tengo, por curiosa quise averiguar y ver como les fue o les
iba a los que más quiero, para eso soy una hechicera, cuando ya los vi a todos
y me llevé mis penas y mis alegrías, no preguntes, pero me acorde de ti, de
aquellos tiempos de juventud donde empezaba a despertar tu poesía, y te busqué
en una bola de cristal, y en espejos mágicos, y en ojos como nubes, o tejidos
en las telarañas de los sueños, y lloré, lloré, lloré, mi dulce y apuesto niño,
mi galán, que mierda de vida, encadenado a un muro de un castillo oscuro viendo
la vida pasar por un agujero diminuto, lo que te perdiste Antonio, lo que se
perdió el mundo, y tenia que hacer algo y vine para sacarte de tu letargo, para
hacerte despertar y que reacciones de una santa vez, o para darte la calma que
tu alma atormentada lleva orando desde hace siglos.
– Lo siento, no sé qué decir.
– Ya va siendo hora que
sepas, no se puede vivir tratando de hacer feliz a todo el mundo, queriendo ser
el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor nieto, primo, amigo, esposo, vecino,
ser humano, no se puede vivir dejando tus sueños y lo que tú necesitas y
quieres para lo último, no puedes pensar siempre en los demás, en que van a
pensar, en que van a decir, no eres monedita de chocolate para gustarle a todo
el mundo, ¿recuerdas cuando me decías de mayor quiero ser como tú?
– Sí lo recuerdo, es algo que
digo mucho.
- ¿Qué quieres ser de mayor
Antonio?
– Quiero tener salud y paz
interior.
– Eso ya lo tienes.
– No, no lo tengo.
– Eso ya lo tienes, te estoy
hablando de empezar de cero, si pudieras empezar desde cero, ¿qué quieres ser
de mayor?
– De niño quería ser
sacerdote, pero sin el apoyo familiar es imposible, o tener un trabajo normal,
y enamorarme y tener tres o cuatro hijos, pero ya para eso es tarde, me
conformo con vivir lo que me queda sin dolor y en paz en la soledad del
castillo.
– No quería que lo vieras,
pero acompáñame, tengo algo que mostrarte.
Regresamos al castillo, no
hay nadie, no veo el dragón, todo tiene apariencia de abandono, me lleva de su
mano suave como un ángel descendiendo por las escaleras del castillo camino de
las bodegas, pero descendemos más, allí todo es silencio, no hay luz, solo
humedad y frio, enciende antorchas de luz a su paso, y me lleva a la cripta
donde yacen los antepasados que allí se quedaron, no quiero estar allí, se me
hiela el alma, se me encoge el corazón, es como si me adentrase en el mundo de
los fantasmas, no me gusta la oscuridad, yo amo la luz, sobre todo la del sol y
sus mañanas de luz blanca, entonces se detiene, me mira a los ojos, no me gusta
verla tan seria, sigo siendo un cobarde no importa cuanto tiempo pase, no
dejaré nunca de ser un niño perdido de nunca jamás de un cuento de Peter pan.
– Mira a tu alrededor, todos
se han marchado, todos se han ido, o les llegó su hora o partieron porque nada
los retenía aquí.
- ¿Qué quieres decir?
– Esa es la tumba de tus
padres.
– No te creo, los vi anoche
mismo.
– Te amaron tanto que te
sobre protegieron, no te dejaron salir del castillo, no te educaron para vivir
sin ellos, no te enseñaron el mundo que existía más allá de ellos y los muros.
– No eres una hechicera, eres
una bruja, no seré víctima de tus engaños.
– No soy ninguna bruja, estoy
aquí porque te quiero, mira la tumba que existe solo unos pasos mas allá, mueve
la tapa, te prometo que si me lo pides me marcharé y no te volveré a molestar,
pero se un hombre por una vez y mueve la pesada losa de piedra y déjala caer al
suelo, hazlo por los dos, por lo que una vez nos unió, y porque tus respuestas
y tu paz que tanto anhelas se encuentran tras este acto de valor que te pido y
te ruego.
Muevo con gran esfuerzo la
pesada losa, cede muy lentamente, cae con estrepito al suelo, se rompe por una
de sus esquinas, y dentro hay un hombre muerto, un anciano, medio en los
huesos, huele un hedor a putrefacto, los gusanos se están aún dando un festín
con lo poco que queda de aquel infeliz, me fijo en sus ropajes, en sus rasgos,
miro fijamente su rostro mortecino, donde lombrices y bichos campan a sus anchas,
y un sudor frio y terrorífico sacude mi espalda, no puede ser verdad, estoy
soñando, estoy sufriendo una de las muchas pesadillas y ataques de ansiedad que
me azotan cada noche y no me dejan descansar, aquel hombre muerto, aquel
anciano, soy yo, es mi cripta y mi tumba, son mis restos, lo que queda de mí, y
muerto de miedo y sin comprender lo que sucede me arrodillo con las manos en mi
cara llorando como un niño pequeño tratando de gritar para que mi madre me
despierte de este mal sueño, Susana me abraza con el calor de su cuerpo,
también caen lágrimas calientes por sus mejillas.
– Tenías que verlo con tus
propios ojos, el dragón lo alimentaste tú con tus miedos, cierto que ayudó tu
familia y tu entorno, en lugar de alimentar tu autoestima y tu seguridad
alimentaron tus temores y tu inseguridad, y el dragón creció y creció, pero
solo ante tus ojos y tu alma atormentada, no era más grande que un cachorro, un
pequeño gato, un perro mediano, pero gigantesco, colosal, tenebroso y maligno
en tu alma, y tus afectos te pusieron los grilletes, y te sentiste cómodo con
tus cadenas, y viste pasar la vida por el espacio de tu ventana, y un día se
marcharon todos y tú con tus miedos aún seguías viviendo la vida que llevabas,
ya como un fantasma, como un alma errante, te mereces ser feliz, ya te toca, te
mereces descansar, llora, llora todo cuanto tengas que llorar, no estás solo,
yo estoy ahí fuera en mi reino, piensa que quieres ser de mayor porque ya
llegaste al final de la escalera, no sé que te tiene guardado la vida, si serás
un hechicero en un lejano desierto o el ángel que siempre has sido volando por
el más hermoso de los cielos, descansa en paz amor mío.
La hechicera sostiene un
puñado de arena entre sus manos, que se mezclan con las lágrimas de sus ojos, y
sopla sobre el cuerpo y el alma de su amigo roto, y una manta de arena de vivos
colores llena la estancia y lo rodea y lo cubre como si fuese una manta, y se
acaba su llanto, y se tumba y se duerme, alcanza la paz y la calma que ansiaba
tanto, y vivirá un sueño nuevo y feliz cuando despierte, y la hechicera lo
abraza y le pone un beso en la frente y otro caliente y lleno de amor de sus
labios en sus labios.
Me ha despertado mi madre que
ha oído mis gritos, estoy sudando y con los ojos bañados en lágrimas, le dije
que no recuerdo lo que he soñado porque me miraría como si me hubiese vuelto
loco, vuelvo a tener dieciocho años, en la calle luce un cielo azul celeste
precioso coronado por un sol espectacular, es un día de junio caluroso, huele
el azahar de los naranjos, me siento extrañamente feliz, es el último día que
voy al instituto, después de hoy tendré que decidir que hacer con mi vida, si
seguir con los estudios y en donde, o si apuntarme a una academia donde pueda
aprender algo que pueda serme útil para un futuro trabajo, que placer poder
peinar y pelearme con mi pelo rubio oscuro tan rebelde, sé que los profesores
no me van a dar buenas noticias, pero eso para mí ya no es importante, hay un
par de cosas que me rondan por la cabeza, creo que puedo darle un giro a mi
vida, quiero cambiar mi situación, me desperté con energías renovadas, me he
despedido de algunos de los compañeros y de las compañeras de clase que no
volveré a ver nunca más, no puedo seguir los estudios en ese centro, la mañana
a pesar del calor cuando sopla la brisa está un poco fresca, típico clima de
Sevilla que estás a la sombra y hace fresco y das un paso al sol y te derrites
como si te pusieran a la parrilla, ya estoy en la puerta, a la derecha casi al
final de la acera Susana me mira, y a la izquierda mi amigo quiere que vayamos
a mi casa, si doy un rodeo por la izquierda volveré a estar en las mismas, la
vida no da segundas oportunidades y a mí me la está dando como por arte de
magia, tengo algo que hacer le digo, nos vemos en mi puerta, y giro hacia la
derecha, corro tras los pasos de Susana, que me ve y se detiene y me parece a
ver visto una tímida sonrisa, una sonrisa nerviosa en esos labios tan bonitos
que tiene en su cara.
– Sé que ya nos hemos
despedido, pero no quiero decirte adiós, sé que no te merezco, pero no quiero
perderte, no quiero perder el contacto y la relación que tengo contigo, quiero
seguir viéndote si tú quieres, hay cosas que nunca te dije y que debí decirte,
y si me das una oportunidad de hablarlo tú y yo los dos a solas te estaré
eternamente agradecido, estoy nervioso, no sé como explicarme, no sé como
decirlo, me gustas, porque tú haces que me sienta mejor persona.
No se pudo poner mas roja,
pero su sonrisa la delata, tiene las mismas ganas que tengo yo de seguir
viéndonos y de aclarar un par de cosas, me apunto en el brazo su número de
teléfono y esa misma tarde ya teníamos una cita para hablar del futuro, que estudiaría
cada uno, para recordar y contar anécdotas del curso como si hubiese pasado ya
un siglo, y han pasado solo unas horas, fui echo un flan al portal del edificio
donde vive, somos jóvenes nuestros padres no nos van a permitir ir muy lejos, o
eso se supone, a mi me da igual, donde sea que estemos me parecerá el lugar más
bonito porque estaré con ella solo para mí, y guau cuando sale del portal, yo
todo pordiosero con una triste camiseta normal y corriente y ella toda regia
como si fuésemos a un sitio elegante con un vestido amarillo que parece de
gasas y de tules, con el pelo recogido con una cola, es un ángel, huele rico,
dice que es su colonia, hechicera del desierto, le digo que me encanta, hablamos,
hablamos, reímos, sé que es mía por como me mira y por sus carcajadas, y cuando
regresamos y me dice adiós desde el portal, la agarro por la cintura y le pongo
un beso en los labios por todos los silencios de los últimos meses y todas las
cosas que debí decirle, siento en mis mejillas como sus mejillas arden, está
roja como un tomate, pero sus brazos rodean mi cuello y me besa y se deja
besar, y cuando da un paso atrás, con su pelo largo y castaño y su piel blanca
como la leche, en su sonrisa y en sus ojos se adivinan estrellas a montones en
un hechizo mágico.
– Y así tan de cerca puedo
decir sin temor a equivocarme que eres la mujer más bonita del mundo.
Antonio cintas anguas
mapashito