galletita
GALLETITA
Libertad era una niña buena y
responsable que siempre se portaba bien, que casi siempre hacia caso de todo, por
eso aquella tarde gris plomizo de nubes gordas y oscuras preñadas de agua, estaba
especialmente nerviosa, el cielo amenazaba con descargar con furia como lo hizo
durante toda la noche donde rayos y relámpagos encendían todo el piso, si salía
por aquella puerta desobedecería a su madre y podría pasarle algo malo porque
fuera del hogar hay muchos peligros para una niña, pero una llama en su
interior la obligaba a tener que hacerlo, así que aprovechó que todos estaban
durmiendo la siesta y se marchó de casa en silencio y sin hacer ruido, las
calles estaban mojadas y llenas de charcos y hacia humedad y frio el típico
clima invernal de días antes de celebrar la navidad, estaba nerviosa y tenia
miedo pero serían tan solos unos minutos nadie se daría cuenta y pronto estaría
de regreso a casa, solo fueron unos pasos el lugar estaba muy cerca a la vuelta
de la esquina, pero cuando llegó, que fastidio, Papá Noel ya se había marchado,
solo quedaba el alto buzón rojo y dorado y su gran trono dorado y rojo vacío,
hacia semanas que había enviado su carta al buzón, pero había añadido una última
cosa y como aún quedaban dos días tal vez todavía estuviese a tiempo de que Papá
Noel pudiera leerlo, pero no podía esperar a que regresara o tardaría en volver,
en casa y al despertar se darían cuenta de lo que había hecho y asustaría a
todos y después del susto le caería la madre de todas las regañinas, así que se
armó de valor y decidió subirse al trono para alcanzar la ranura del buzón, le
costaba alcanzarlo, se subió en el reposa brazos y al empujar el alto buzón
este se abrió y se veían todas las cartas arremolinadas en un gran cuadrado, así
sería más fácil poder cumplir su cometido, pero tenía los zapatos húmedos de
caminar por las aceras mojadas y resbaló cayendo su cuerpo dentro del buzón que
de repente como si se hubiese abierto una puerta por debajo sintió su cuerpo
caer por un tobogán rodeada por todas las cartas, estuvo un rato cayendo a gran
velocidad hasta que paró de golpe cayendo en un gran cesto lleno de cartas de
todos los tamaños y colores, se bajó despacio con su carta aun entre sus finos
dedos, estaba en una estancia amplia y mal iluminada cuando se llevó un susto
de muerte.
- ¿Qué haces aquí?
– Soy Libertad y no sé como
he llegado hasta aquí ¿quíen o qué eres tú?
– Ya veo que eres nueva, y
por las pintas que me traes debes de ser una de esas elfas que se hace pasar
por niña para poder espiarlos y saber si se han portado bien o mal, yo soy
galletita, me encargo de poner los cestos y luego vaciarlos para recoger y
clasificar las cartas, y sí, soy una galleta y mis botones, mis ojos y casi
todo lo demás es de caramelo, no deberías estar aquí, pareces una niña.
– Es que soy una niña y creo
que me he perdido.
– Te estás creyendo demasiado
tu personaje, deja que vuelva a vestirte como una elfa, no puedes ser una niña,
tenemos un anillo de seguridad impenetrable, ningún niño o niña puede cruzarlo,
ya está, ahora eres toda una elfa, eres preciosa, un poco alta para ser una
elfa, pero una elfa preciosa de esas que no espían, de esas que van a los
centros comerciales ayudar al jefe, de las que se sacan fotos con los niños,
ven te diré donde tienes que hacer cola y por favor no me revoluciones a los
elfos.
Cuando libertad se miró en el
espejo no se podía creer lo que veía, era una elfa como esas que veía en
películas, o en libros, se ocultó las orejas bajo el sombrero, pero estaba
monísima con aquel traje y con aquellas cejas una roja y otra verde, no podía
creer que estuviese hablando con una galleta, seguro que se había caído al
suelo al resbalar del trono y estaba desmayada y camino del hospital con un
chichón del tamaño de una pelota de tenis, cuando despertara todo serian besos
pero después del susto la iban a encerrar en una torre como a Rapunzel, siguió
los pasos de galletita y cuando la puerta se abrió, se quedó de una pieza, era
como estar dentro de una esfera gigante donde cientos de miles de elfos se
movían nerviosos y con prisas de un lado a otro ultimando el viaje de Papá
Noel, todo tenia que estar en su lugar, todo tenia que salir perfecto, se
recibían las últimas cartas, se cotejaban los últimos informes, se sacaban del
almacén los últimos juguetes, y ella estaba en medio de ese bullicio de color y
de luz y no quería despertar de ese sueño, se puso en una cola con otras elfas,
que la miraban de reojo porque destacaba por su altura, se oían algunos
silbidos y piropos en aquella esfera de colores de navidad y tan llena de vida,
por lo visto estaba revolucionando a los elfos de las plantas más cercanas que
podían verla y que desde lejos la piropeaban ante la envidia de las demás elfas,
después de media hora esperando en una cola era su turno, y cuando le tocó a
ella, se le abrieron los ojos como platos, el lugar estaba lleno de luz, y
hacia un poco de calor, olía a café recién echo, no sabía como expresar o
sentir lo que estaba viviendo porque no encontraba las palabras, y ya la boca
le llegó al suelo de sorpresa y de emoción al ver en mitad de la sala a un
hombre grande y gordo con un pantalón rojo y barba y cabellos blancos como la más
pura nieve, tenía a Papá Noel delante de sus ojos, si alzaba la mano podría
tocarlo.
– Es un poco tarde para
entregar el informe, cuenta como se han portado.
- Daniela se ha portado muy
bien, es una muy buena hermana, muy cariñosa con Libertad, es una buena hija,
se ha portado muy bien este año, y Libertad ha sido una niña muy buena, son
unas niñas que quieren mucho a su abuela, a su madre, a sus tías, a sus primos
y primas, son dos ángeles del cielo.
-Eres la elfa más hermosa que
han visto jamás mis ojos, ahora entiendo porque estaban revolucionados los
elfos, no es que seas guapa, es que eres una obra de arte, seguro que si te ven
los reyes magos querrían que fueras su estrella de la ilusión, ¿pero no eres
muy alta?
– Es que no soy una elfa, soy
una niña me llamo Libertad Manzano y me caí dentro de un buzón, y quería
entregar esta carta en donde pido una última cosa que no había puesto en la
anterior, no es un juguete si es lo que está pensando, es que quería pedirle
que sane a mi tío Antonio, o al menos que mejore su salud, no es mi tío Antonio
o mi primo Antonio, es el primo de mi madre, bueno es complicado.
– Umm Manzano, tienes un
corazón noble Libertad, haré lo que pueda con Pepa y Antonio, pero tú no puedes
estar aquí y no puede contarle a nadie lo que has visto.
– Será nuestro secreto señor
Noel seré una tumba se lo juro.
– Lo sé, lo sé, galletita el
anillo ha vuelto a fallar por tu sector, otro fallo más y tendré que bañarte en
mi café, lleva a libertad a su casa ahora mismo.
Galletita y Libertad se
marcharon del despacho de Papá Noel, dejaron atrás el bullicio y los colores de
la gran esfera, y fueron a un lugar más alejado, más tranquilo, hacia mucho
frio en la torre, sus escaleras y pasadizos eran muy húmedos, ya en la
habitación se estaba mejor, una habitación preciosa que parecía de caramelo y
donde su cama parecía una nube de algodón, Libertad estaba encantada de vivir
aquella aventura, nadie se creería ni una sola palabra de su boca, era todo tan
mágico y tan bonito, ojala Daniela y mamá pudieran estar allí con ella para vivirlo
juntas.
– Libertad me ha encantado
conocerte, ójala pudieras quedarte más tiempo, pero tienes que volver a casa,
te abrazo muy muy fuerte para que al menos no me olvides a mí.
– No voy a olvidarte a ti, ni
nada de lo que he vivido tengo muy buena memoria.
Galletita se separó, y
mirando los hermosos ojos de Libertad y su sonrisa inolvidable sopló sobre su
angelical rostro un buen puñado de polvos de alas de hadas y Libertad entró en
un profundo, profundo sueño, y por arte de magia regresó a casa, María Jesús la
había estado buscando por todas partes cuando despertó y no la encontró en
casa, ahora dormía como un ángel en la cama de su habitación, había mirado allí
y no estaba, no se explicaba donde estuvo su niña y de donde había salido,
estaba preciosa con aquella ropa de elfa que no tenia ni idea de donde había
salido, ya estaba más tranquila su querida niña estaba en casa, se acercó a su
mejilla y le dio un beso, y se reincorporo con cara de sorpresa, huele, huele a
galletita, y abrazó a su elfa junto a su pecho y las dos se quedaron dormidas
soñando con papa Noel y con los reyes magos, con una sonrisa llena de luz
dibujando sus labios.
Antonio cintas anguas
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