Monday, March 15, 2021

demonio verde

 


Paseaban su amor por la gran muralla, agarrados de la mano a luz de la luna de sangre de una noche de verano, no dejaban de mirarse y de sonreír, esa sonrisa nerviosa y esos ojos llenos de rubor que tienen los enamorados por primera vez, Pucca era la única mujer a la que se dejaba combatir, todas las demás mujeres lo tenían prohibido por orden del emperador, pero Pucca la encontraron de niña en una cesta en un río y la adoptaron en la aldea, a los pocos años los maestros y ancianos encontraron algo especial en ella y se la quedaron, era diferente, el color de la piel, en los ojos, pero a Garu no le importó, no le llamaban la atención las otras chicas del pueblo solo tenía ojos para Pucca en aquella oscura noche donde entre nubes parecían querer esconderse las estrellas, paseaban por la gran muralla en su turno de guardia, tenían que vigilar que ningún demonio atacase, en tal caso tenían que dar la voz de alarma y avisar a todos, cada mil años los demonios, los hells salían de las entrañas de la tierra para conquistar toda China y exterminar a la humanidad, esta vez tenían su guarida ubicada, se podía adivinar a lo lejos en el horizonte, entre las montañas, una fortaleza morada y negra, entre nubes oscuras. Garu vestía una armadura azul, formaba parte de la elite de los guerreros del emperador, Pucca tenía una armadura roja que hacía juego con su cabello, era la única que podía usar ese color, el resto de las formaciones usaba otros colores según su desempeño, arqueros, caballería, infantería, decían las historias antiguas que cada diez mil años entre los hells nacía un demonio invencible, uno de color verde a quien ningún hombre podía matar, pero esa historia formaba parte de las leyendas, un asusta viejas pensaba Garu, cuentos para asustar a los niños para que obedezcan a sus padres o para que no caminen solos por el bosque, paseaban su amor por la gran muralla, agarrados de la mano a la luz de una luna de sangre que observaba desde el cielo como se abrazaban fuerte y se besaban los labios.

 

– Mira Garu el maestro Harumi me ha tatuado un dragón rojo en mi muñeca, tú eres mi dragón Garu.

 

– Pues a mí el anciano Murakami me ha dibujado un ave fénix azul en mi muñeca, tú eres mi ave fenix Pucca.

 

– Es precioso Garu.

 

– Tú eres preciosa Pucca, lo más hermoso que existe en toda China.

 

– Te amo Garu.

 

A Garu no le dio tiempo a decirle a Pucca que también la amaba, por encima de su hombro vio como descendía una lengua de fuego desde las montañas, y a la cabeza una luz verde que le hizo sentir un fuerte escalofrío por la espalda, se acercaron a las almenas de la gran muralla, estaba oscuro y no se podía ver bien pero los hells estaban allí trepando por el muro, y la enorme lengua de fuego eran jinetes con antorchas que venían a toda velocidad, tenían que dar la voz de alarma, tenían que defender los muros de la gran muralla, Garu llegó hasta el gong y lo golpeaba con todas sus fuerzas, en cuestión de segundos miles de soldados se encontraban en los muros luchando a muerte contra los demonios hells, una batalla encarnizada, los tenían a raya o al menos eso creían, hasta que un hell enorme y verde cruzó el muro, debía medir al menos tres metros, con una espada enorme y pesada que con cada golpe enviaba a la muerte a siete u ocho soldados al mismo tiempo haciéndolos volar varios metros, o aplastándolos contra el suelo, era el demonio de la leyenda, el hell invencible que ningún hombre podía matar, el terror cruzaba la muralla de un extremo al otro como si fuese pólvora, por primera vez en siglos el muro había cedido, muchos huían al interior, otros aún intentaban enviar a los demonios al otro lado del muro, Pucca era hábil con la espada, había nacido para matar demonios, los mantenía a raya, pero todos los demás flancos habían caído, tenían que huir, quiso gritar a Garu pero perdió la voz el gigante verde con un arco había clavado una flecha en la espalda y su armadura azul se caía a pedazos, salió en su ayuda, pero ya era tarde, lo estrechó entre sus brazos con cuatro flechas que le habían enviado al más allá, a Pucca ya no le importaba nada, no oía la batalla a su alrededor, su amor, su gran amor yacía muerto entre sus brazos, no podía dejar de llorar, su vida sin Garú sentía que ya no valía nada, los soldados murieron o se batían en retirada, todo estaba perdido, China estaba perdida, rodaban lágrimas calientes por sus mejillas, lloraba lágrimas de sangre, nunca hasta esa aciaga noche había visto una lágrima de sangre, y salían de sus ojos a borbotones, sintió un dolor en el alma, como si un animal herido la arañase con sus afiladas garras, y se hizo el silencio, estaba a solas en un lugar oscuro y frio y la miraba con los ojos encendidos de fuego otra Pucca que no conocía y que sin embargo parecía que la acompañaba.

 

- No tengas miedo, soy tu otra cara, la que nadie conoce, tú no eres uno de ellos, no eres un torpe humano, tú eres un demonio, un hell, tu madre se enamoró como tú de un ser débil y tuvo que abandonarte para que no te mataran, este no es tu lugar, suelta la cadena que me tiene atada a esta fría pared, deja que vengue la muerte de Garu, soy una Kimera, una crisálida, un súper demonio con una fuerza y velocidad muy por encima de todos, solo por esta vez libérame y deja que te lo muestre, puedes gobernarme a tu antojo, puedes cortar o soltar la cadena según tu voluntad, ¿qué tienes que perder?, vamos date prisa o moriremos las dos y no mueras antes de vengar a Garu tu único y verdadero amor.

 

- Pero una vez nos hayamos vengado volverás a tu lugar, ¿lo prometes?.

 

- Lo prometo.

 

 Y Pucca soltó la cadena de Kimera, y esta empezó a correr, y su cuerpo tomó la forma de un enorme dragón rojo, y gritó, gritó tan fuerte que los hells que la rodeaban se quedaron paralizados, entonces ocurrió algo insólito, los demonios estaban ganando, tenían la victoria en la mano pero desde la fortaleza de la montaña ordenaron retirada y en cuestión de segundos como si fuesen el vapor que escapa por la boca una mañana de frio desaparecieron, pero quedaban los muertos, y una Pucca distinta se alzaba, había desaparecido el rojo de su cabello, era un cabello más azul que negro, y los ojos castaños dejaron paso a unos ojos negros, y a una armadura verde y negra, había cambiado casi por completo, agarró su espada y la espada de Garu y fue a toda velocidad sedienta de sangre hacia las montañas. Entró en la sala del trono, doscientos metros o más a lo largo y a lo ancho, con columnas tan altas que no se veía ni el techo, de donde bajaban demonios de todos los tamaños y colores, reptando casi, como insectos, todos los ojos abiertos como platos puestos en ella, y en su camino un rastro de sangre y cuerpos destrozados desde las murallas moradas y negras, le atacan, a cientos, a miles, la rodean, ríe feliz, ha nacido para matar demonios, mueren a cientos bajo la hoja de su espada, huyen, ya no se le acercan, los cadáveres se amontonan bajo sus pies, al fondo de la sala la reina, con su piel morada pálida y cuatro grandes alas, con una melena blanca que le alcanza hasta los tobillos, y unos colmillos que sobresalen por sus gruesos labios pintados de un morado muy oscuro, su trono en alto, rodeado de cientos de miles de cráneos, de huesos humanos, envía a su mejor guerrero, al hell verde de los tres metros.

 

- Ningún hombre puede matar al gran demonio verde, muere insensata por tu impertinencia, arrodíllate o muere como murió tu madre, sí te reconocí, eres una de las nuestras, los humanos son débiles, lucha a mi lado o sufre las consecuencias.

 

Una carcajada retumba en el eco de los altos techos ante la mirada llena de furia de la reina hell que se siente humillada, todos gritan, aúllan, un frenesí loco, un ruido ensordecedor animando a su campeón, que alza su pesada espada y falla el golpe, demasiado lento, sube por su espada, por su brazo portentoso, llega hasta su pecho y con un gesto de sus dos espadas la cabeza del monstruo rueda por el suelo, un silencio de los que dan miedo y de los que duele lo llena todo, los hells huyen llenos de pavor, suben por las altas columnas por las que descendieron, corren por sus galerías, huyen de la sala antes los gritos de su reina que no quiere quedarse sola.

 

– Es imposible, el guerrero verde es invencible, no puede ser vencido por hombre alguno.

 

– Pero mi reina, yo no soy un hombre, soy una mujer, y soy el demonio verde.

 

– Eres un hell es el odio quien te ha traído hasta aquí, lucha a mi lado.

 

– Te equivocas, es el amor quien me da las fuerzas y por eso vas a perder.

 

– Eres débil nada de lo que hagas podrá devolverte ese amor del que hablas.

 

– Lo sé, no he venido a devolverle la vida, estoy aquí para arrebatarte la tuya.

 

La espada de Garu  atraviesa su garganta, y la de Pucca rompe en dos el corazón de la reina de los hells.

 

– Regresa como prometiste.

 

– No.

 

Comienza amanecer, aún es de noche, el cielo está en llamas, en el horizonte grandes columnas de humo y gritos desgarradores inundan el alma y el corazón de los hombres, la fortaleza de la montaña no existe, es un amasijo de piedras, fuego y sangre, un guiñapo a lo lejos de lo que hasta ayer fue, la gran muralla está repleta de ejércitos, hasta los soldados más valientes tiemblan, ante los gritos y los lamentos que atronan de demonios que huyen y lloran, el aire y el silencio en las almenas es pesado, huele a cenizas, a terror, a cuerpos quemados, y aparece entre las sombras, la silueta de una mujer que camina con sangre en las manos, luchó muy fuerte para acortar la cadena y encerrar en la mazmorra de su alma al demonio verde, llega exhausta, con lágrimas en los ojos, rojas y calientes, la miran desde los altos muros con temor, ya no es la misma, un hibrido de humana y hell vive ahora bajo su piel, su cabello es oscuro como la noche con un mechón azul y con un mechón rojo, reconoce esas miradas, le temen, ya nadie la quiere, no lleva armadura, solo una camiseta negra destroza echa jirones con amplio escote mostrando su pecho desgarrado por el dolor, no los necesita, ni a unos ni a otros, necesita del amor y del cariño de Garu que ya no forma parte de esta vida, estuvo dormida, varios días junto a la lápida de su amor. En esta soledad fría y oscura de este bosque de cruces marmóreas oigo el crepitar de los huesos De los que un día fueron llorados y hoy olvidados, se mezclan sus cuerpos con el fango y los gusanos, nada se oye en este lugar abandonado tal vez el quejido lejano de un alma errante que vaga sin rumbo por estos páramos, nada hay aquí que merezca ser recordado no conocen ni nuestra existencia los que duermen el sueño eterno sin temor a ser despertados, ángeles de piedra nos lloran con su llanto de moho entre el polvo y las enredaderas, un llanto sordo y frio que nos abraza en las noches huérfanas de luna y de estrellas, nada queda aquí en este bosque perdido, lápidas sin nombre, sueños rotos de difuntos que se confunden con la oscuridad de la noche ángeles malditos de alas rotas que no supieron vivir entre los vivos, en esta soledad fría y oscura entre el silencio de los muertos
camina como un fantasma mi alma impura buscando algo que ha perdido y que nunca encuentra por capricho del destino, aquí yacen santos y asesinos ricos y mendigos no existen dioses este es el paraíso. Despertó de su sueño,
descansó, se bañó en el río, dejó ir a Garu con una promesa de rodillas, juro que no amaré a nadie más, se puso la armadura azul de Garu, soy tu ave fénix azul para siempre, y se marchó hacer lo único que se le daba bien, había nacido para matar demonios, y a partir de ahora sería Pucca la caza hells.

 

 

 

 

 

 

 

 

Antonio cintas anguas

mapashito

1 Comments:

At 6:57 PM , Blogger Yurisa said...

Amo este escrito, me transportas, lo vivo, sufro con ella, me encanta ....vamos por más.

 

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