Monday, October 05, 2020

yo tu bruja y tú mi lobo

 


- ¿A que hueles?

- Huelo a ti, a tu amor, a tus besos, a tus caricias, a tu piel, a tus abrazos, a tu saliva, a tus orgasmos, a tus gemidos, a tus jadeos, a tus suspiros, a tu pelo, a tus cremas, a tus fragancias, a tus aromas, a tu ropa, a tu jabón, huelo a ti, a tu sudor, a las flores de tus tetas, a las rosas de tu boca, al jardín de tu entrepierna, a los pétalos de tu cuerpo, al caramelo del bombón del que estás rellena, a tu vientre, a tus muslos, a tu culo, a la piruleta de tu espalda, a tu lengua, huelo a ti y tus ganas.
- Yo la bruja y tú mi lobo, solo con magia te tengo cerca, muevo mi várita, unas palabras y te tengo a mi lado bebiendo vino y comiendo fresas, mirando a mis ojos besando mis labios con tus garras en mis caderas, abrazándome fuerte al calor de tu pecho aullando par de locos a la luna llena, yo la bruja y tú mi lobo, solo con magia te tengo cerca, cierro los ojos y siento tu aliento en mi cuello y la humedad caliente de tu lengua, suspiro muy profundo me oyen hasta las estrellas si estás aquí te destruyo, no existe magia más fuerte que aquella que tú despiertas.
- No podemos seguir así, tenemos que vernos.
- Ven, te espero donde siempre, no tardes.
El bosque era espeso, oscuro, el camino estrecho y peligroso, solo se veía con la tenue luz de la luna y de las estrellas que las ramas gigantes de árboles milenarios ocultaban tras sus hojas, había que caminar seguro, un mal paso y podrías sufrir un accidente fatal, caer por una ladera, caer en un agujero, o en una trampa para osos, o peor aún perder el sendero y extraviarte en aquel bosque sin fin y que te rodeen los lobos, no quería ser la cena de aquella jauría que se oía a lo lejos debía ser una muerte horrible, agarró con fuerza su hacha por si tenía que romper en dos algún peligro, y apresuró el paso, no quería estar en el bosque en horas tan intempestivas ni un solo minuto más de lo necesario, después de un rato donde el camino se estrechaba cada vez más hasta quedar casi a oscuras, hasta querer casi dar media vuelta agobiado por las ramas y la espesa vegetación se abría, un pequeño claro, no muy grande, con el espacio para una pequeña casa de dos plantas de altura de aspecto fantasmal con las luces y sombras que le otorgaban la noche, la casa del terror para algunos, por su historia, por su mala fama, pero para él la casa de chocolate, allí la aguardaba como tantas veces, su amada, y allí la encontró, toda la casa estaba a oscuras, la sala, los pasillos, las escaleras, cada habitación, solo una tenue luz brillaba en aquella oscuridad absoluta, la llama de un par de velas, el olor a incienso, a cera quemada, el camino a la habitación de Muriel, allí la encontró, preciosa, perversa, con su lencería sexy de color negro, con encajes que volvería loco al más cuerdo de los hombres, con su mirada traviesa, con su sonrisa lasciva, entre ellos desde el principio hubo química, no había otra explicación para aquel amor de locos, para aquellos momentos de sexo salvaje, o desenfrenado, llenos de una pasión que ninguno de los dos era capaz de controlar.
- Por fin llegas, ya pensaba que me dejarías sola en mitad del bosque, indefensa entre los lobos, y quien sabe, en manos de algún desalmado.
- Tú no eres una mujer indefensa, y pobre de aquel desalmado o desalmados que osen perturbar tu vida y corromper el santuario que es esta casa.
- No soy tan mala mi lobo.
- Eres una bruja cariño.
- Pero una bruja buena.
- Conmigo siempre eres una bruja buena.
- Porque yo soy tu bruja y tú eres mi lobo.
- Sabes que nadie vendrá aquí, todos tienen miedo de este lugar.
- Siempre hay algún loco, algunos borrachos, nunca se sabe.
- ¿Y no te da miedo?
- Si te tengo a ti a mi lado nada ni nadie me da miedo.
- ¿Y si no me tienes a tu lado?
- No rompas el hechizo, ya sabes la respuesta.
- Los lobos te protegen.
- Los lobos me aman, ellos no me protegen, protegen a los forasteros.
- Los protegen a mordiscos sería un buen debate no estoy yo muy de acuerdo.
- A ti no te hicieron nada, ¿verdad?
- Verdad, ni los he visto.
- Y estaban mucho más cerca de lo que imaginas, pero aman a su mamá, y saben que yo soy tu bruja y tú eres mi lobo.
- Ven, no muerdo, bueno sí, sabes que sí, pero suavecito.
Muriel era una mujer irresistible, su poder estaba en sus ojos, no mirabas su cuerpo, ni el tamaño de sus pechos o de sus caderas, tenía algo en los ojos, en su mirada, en su sonrisa, no podías dejar de mirar a sus gafas y quedarte hechizado en aquellos ojos que miraban, hablaban y besaban y te llevaban a un mundo de sueños del que no querías escapar jamás, no era muy alta pero su pelo largo y negro y su piel suave y cálida eran maravillas para todos los sentidos, y ella lo sabía y le sacaba partido, era pura magia desde los pies a la cabeza, era pura rebeldía, tan llena de energía que parecía que nunca se agotaba, hacían el amor y él quedaba muerto y para el arrastre y ella estaba fresca como una lechuga, siempre jovial, divertida, hablando con sus gatos, no sabía ni cuantos tenía, aquella casa, aquel claro del bosque tenía gatos en cada rincón, y los lobos ni se les acercaban, más bien incluso parecía que les tenían respeto o miedo.
A Muriel le gustaba provocar a Logan, ver y sentir como la desnudaba con los ojos, como se le hacía la boca agua, como la embestía con violencia mientras la miraba, como transpiraba deseo, aquel gigante barbudo de manos toscas por el duro trabajo en el bosque tenía algo perturbador, no amaba a los hombres, ni siquiera le atraían pero Logan sí, Logan despertaba todos sus demonios y la llenaba de paz al mismo tiempo, cuando le ponía las manos encima o cuando le susurraba al oído explotaba y perdía el control, se convertía en un animal salvaje pidiendo sexo, en un animal salvaje hambriento de amor, de abrazos, de besos, Logan la hizo crecer, su amistad, su cariño, su amor, todo era verdadero, no era un sucio cobarde queriendo acabar con los mitos de aquella casa, de aquella familia, de su familia afincada en ese bosque desde el comienzo de los tiempos, con una muy mala y casi ganada reputación, el bosque cuidaba a todas las mujeres generación tras generación, lo tenía tan cerca, al alcance de su mano, de sus ganas, de sus más oscuros deseos, se puso la lencería que lo volvía loco, lo provocaba, lo hacía arder, y se lo comió, ella dejaba que Logan creyese que se la comía para alimentar el ego masculino, pero se lo comía ella, mandaba ella, ella era su bruja y el era su lobo, su lobo, aullaba y mordía en la palma de su mano, bajo su cuerpo, entre sus piernas, en sueños, porque sabía que no podía dejar de pensar en ella porque había dejado una huella imborrable en lo más profundo de su ser, se raspaba con la barba de su leñador, con sus bigotes rudos, porque Logan era leñador, iba a todas partes con su hacha enorme, y a ella le encantaba sentir que podría partirla en dos, y lo destruyó, lo destrozó, le hizo el amor una vez tras otra hasta que aquel hombretón ya no pudo más y desfalleció bajo su cuerpo exhausto muerto y revivido por aquella magia única que existía entre ambos cuerpos, entre ambos corazones. Ella rompía la soledad de aquel hombre huraño que la quería tal como era sin juzgarla y sin querer cambiarla, nadie en el pueblo le hablaba, recelaban, le tenían miedo, pero Logan no, aquel huraño cascarrabias la amaba, los dos se querían, eran una extraña pareja no podían ser más diferentes, pero se complementaban a la perfección.
- Debo ir a trabajar, pero no puedo ni moverme.
- Tienes una voz muy sexy, me encanta oírte.
- Eso no me lo habían dicho nunca.
- Tienes una voz bonita, no me canso de escucharte, me pone todo de punta, me emociona, me enciende, me hace suspirar, podrías trabajar en la radio.
- Estaría bien, me gustaría, de joven me gustaba la idea, pero eso ya pasó ahora debo ir a cortar árboles.
- Tienes un trabajo muy feo, me gustan los árboles.
- Sé que te gustan Muriel pero es lo que hay.
- Ojala hubiesen muchos más bosques como este por todo el mundo, tal vez en un futuro cuando los hombres ya no tengan más remedio que emigrar a otro planeta, o cuando diezmen o se extingan.
- Me acojonas cuando te pones hablar así.
- No me tengas miedo, tú no, yo soy tu bruja y tú eres mi lobo.
- Eres mi bruja lo sé, mi locura, mi refugio.
- Tu refugio no lo olvides nunca.
- Contigo me siento querido, protegido, seguro.
- Aquí nunca podrán hacerte daño, yo no permitiré que nada ni nadie te lastime.
- Eres un amor de mujer.
- ¿Verdad que sí?
- Volveré mañana si quieres y me quedaré unos días si quieres claro.
- Puedes quedarte toda la vida.
- Tentador, estoy a nada de aceptarlo.
- No te lo pienses tanto no serás tan feliz en ningún otro lugar y lo sabes.
- Lo se, te juro que lo sé.
- Me voy con mis amigas, es el cumpleaños de dos de ellas.
- ¿Noche de brujas?, diviertete y les das saludos de mi parte.
Logan se marchó por el estrecho sendero del bosque, dejando atrás a los gatos, a la casa de la abuelita porque aquella villa tenía nombre, la casa de la abuelita a la que todos los lugareños le tenían miedo y contaban historias aterradoras de padres a hijos, para que nadie se adentrase en el bosque porque los lobos o las brujas los harían pedazos o se los comerían, y tenían razón en casi todo, porque Muriel era una bruja como muchas otras antes que ella, y ahora iba tras los pasos de Logan espiandolo entre los árboles del bosque vestida con su capa y caperuza rojas.


antonio cintas anguas
mapashito

1 Comments:

At 4:56 PM , Blogger Yurisa said...

Hermoso, noche de brujas, así algunas veces ,muy bonito felicitaciones.

 

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