Thursday, March 26, 2020

penelope


El aire era tibio, en la habitación de paredes azules, entraba una tenue luz blanca por las vaporosas cortinas, le había estado leyendo a Pénelope la leyenda de el monte de las ánimas de gustavo adolfo becquer, en sus sueños se imaginaba de la mano de Pénelope por el parque de María Luisa de Sevilla visitando el monumento que los sevillanos hicieron en honor del poeta y del amor, aunque pocos lo sabían y estaba un poco escondido, se había vuelto a distraer, era un culo inquieto que no podía quedarse quieta un solo segundo, y allí estaba, mirándola en silencio como quien mira en un museo una obra de arte, tan distraida con sus hermosos ojos marrones persiguiendo con la mirada el vuelo de una mariposa amarilla que no sabía bien donde iba, con el revoltijo que es su pelo castaño cayendole por la cara cuando inclinaba la cabeza dejando parte de su cuello y de sus lunares al descubierto, como una niña pequeña que juega sin ser vista, aun recordaba como se habían conocido por casualidad una tarde noche de san valentín y como en poco tiempo le había devuelto a la vida con la magia de su alma única.
-Pénelope me encanta tu blusa, ese escote te queda genial, se ven muy bien tus hombros, y te queda bonito ese color marroncito moteado como un leopardo.
-pues la hice yo, tenía una blusa que no servia y le hice unos arreglos, solo la uso para estar en casa porque es muy escotado y no me gusta que los hombres se me queden mirando.
-ahora me gusta más
-¿por qué?
-porque la hiciste tú, y porque solo puedo verte yo
Ulises volvió a la lectura y esta vez le narraba la leyenda de los ojos verdes, de cuando en cuando levantaba los ojos del libro y veía a Pénelope tendida en la cama boca abajo como se peleaba con su escote preocupada de que se fuese a ver de más, y no pudo más que sonreír, aquella loca criatura cuando no estaba peleando con su ropa lo hacia con su pelo, o con la almohada, o con cualquier otra cosa, era un espiritu libre que sentía que no podía estar parada.
-Penelope relajate no pasa nada
-es que se me baja la blusa y no quiero que se me salgan las lolas
-a tus lolas no les pasa nada, se ven hermosas tus gemelas, estamos tú y yo solos, no se van a salir, solo se están asomando a la ventana pero ya esta, no van a salir de ahí.
-que bonito hablas, sí están bien sujetas, me relajo, leeme un poco más
Ulises leyó un par de poemas, los recitaba y ponía la entonación que sabia que emocionaba a Pénelope, que se había sentado en la cama después de estirar su espalda, y había encontrado una posición donde se podía ver más su escote, donde se podían ver más a sus niñas traviesas, Ulises no dijo nada sonreía, la conocía, sabía que lo estaba haciendo aposta, quería que sus ojos la mirasen, cuando sus ojos se tocaron sus mejillas se pusieron rojas.
-vamos arder en el infierno Ulises, soy una chica muy mala
-no eres mala, y no vamos arder en el infierno, no estamos haciendo nada malo
se quedaron un rato en silencio, sin decir nada, ya habían pasado las horas sin darse cuenta y la luz del sol se fue apagando, no podían dejar de mirarse, de sonreír como niños pequeños, no podían dejar de reírse, sobre todo Pénelope tan alegre y divertida con su risa escandalosa que podían oírla reír hasta los sordos, Pénelope era feliz y eso alegraba el corazón de Ulises.
-¿quieres ir a itaca a cantar o tomar unas cervezas?
-no Ulises, estoy cansada hoy no me apetece salir de casa
itaca era el bar donde solían ir a tomar unos tragos, a bailar salsa o bachata o cantar karaoke en la sala contigua, un poco oscura y muy mal iluminada pero donde pasaban largas veladas después de haber estado paseando por la arena de la playa, se les vino la noche encima, la habitación quedó en penumbra, no querían salir, estaban cansados de la gente, del ruido de un mundo que no les comprendía y que era cruel, querían el silencio de aquellos ojos enamorados que miraban llenos de amor, con un hambre que solo sus corazones entendían, un silencio que se rompía por los suspiros que provocaba el uno en el otro, Ulises se puso de pie, corrió las cortinas una luz blanca lo inundó todo la luna llena más gorda y luminosa de la vida prestaba su luz para los amantes, y puso música, carla morrison, te regalo, sonaba llenándolo todo con sus acordes, a Pénelope le salía luz por los ojos.
-¿me concede este baile? ¿quieres bailar conmigo bajo la luz de la luna?
-sí que quiero caballero
y bailaron agarrados juntos, despacito, como si el tiempo ya no existiera, como si solo existieran ellos dos y nada más importara, Pénelope cantaba la letra de la canción tarareaba la parte donde no recordaba la letra, y le pedía a Ulises que le dijera algo bonito, dime algo bonito, dime algo bonito, y agarrandola por la barbilla la miró a los ojos y le dijo TÚ, las mejillas de Pénelope se sonrojaron, sonrío de felicidad y se abrazaron más fuerte para sentir el calor y la piel de otro cuerpo hasta ser solo uno, y siguieron bailando durante horas, con un beso eterno en los labios que no acababa nunca
mapashito
antonio cintas anguas

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