princesa mágica
PRINCESA MÁGICA
Aquella música, aquella
melodía salida de una flauta de marfil que ella misma había creado con sus
manos, hacia más de veinte años que no la oía, algo iba mal, sonaba a un grito
de socorro, como a despedida, tenia que salir a su encuentro para quedarse tranquila,
lo dispuso todo y cuando ya había cerrado los muros del castillo de cristal a
lomos de su caballo rosa de crines lilas el corazón se le detuvo, era verso y
cabalgaba solo hacia el mágico castillo, se puso nerviosa, a su mejor amigo le
había pasado algo terrible, jamás debió permitirle abandonar el castillo pero
esta vez no cometería el mismo error dos veces, pronunció unas palabras en una
lengua antigua, agarró a verso, y salió a toda velocidad con su caballo rosa,
dejando por el camino un reguero de lágrimas de cristal.
Desde la Alcazaba se oían los
vítores de las tropas de Karim, los cristianos se sacrificaron con la promesa
por parte de Karim de que se marcharía lo antes posible, estaban alineando los
cuerpos de los cristianos porque Karim quería arrancarle el corazón al cuerpo
de Adrián, para sorpresa de todos de repente el cielo se puso de color rosa, y
una mujer llegaba cabalgando montando un extraño caballo y agarrado traía
consigo a verso.
Se bajó de su caballo, caminó
unos pasos, unos soldados intentaron atraparla pero cuando se acercaban se los
tragaba la tierra, una bruja se empezó a oír entre un ejército aterrorizado,
unos pasos más y lo vio, lacerado y con la luz de sus ojos verdes apagados, se
arrodilló en la arena de la playa con el corazón roto en mil pedazos, su mejor
amigo tendido inerte en el suelo, lo agarró como una madre y lloró amargamente,
los soldados que trataban de atraparla desaparecían bajo la arena de la playa,
Karim le grito, bruja su corazón me pertenece, y la saco de su llanto, lo miró
con odio y Karim en un segundo no era más que polvo y cenizas, pronunció las
mismas palabras que cuando agarró a verso, y un enorme y fiero dragón morado
destrozó con su fuego a toda la colosal flota tragándose hasta el fondo del mar
hasta el último navío, y la arena de la playa se tragó en un segundo a todo el
ejército árabe y el cuerpo de los cristianos, quedando la playa como sino
hubiese pasado nada, subió a Adrián sobre verso, montó su caballo rosa de
crines y cola lilas y desapareció al galope por un camino de lágrimas de
cristal hasta el cabo de gata.
El cielo recuperó su color
original, esta vez no fueron al castillo de cristal cerca del arrecife de las
sirenas, esta vez fue más adentro al castillo morado con alas de color rosa en
sus muros y en sus torres, con sus tejados blancos como la nieve más pura,
desnudó a su amigo, con lágrimas en los ojos lo lavó, le quito toda suciedad,
cosió sus heridas, la vida lo había tratado mal estaba muy desmejorado,
envejecido, parecía mayor con aquella barba blanca, le puso rompa limpia pero
su cruz ahora era roja, se acercó a sus labios y lo besó para abrirle los
labios, y un haz de luz lila empezó a salir del alma de la princesa mágica
hacia los labios sin vida de su amigo, tuvo que hacer un esfuerzo tan grande
que se desmayó y se le cambió el color del pelo, ahora lo tenía morado o lila o
casi violeta, pero su amigo regresó a la vida, y se abrazaron muy fuerte por
largo rato, ya no volverás a salir fuera, tu espada y tu escudo son míos y te
quedarás aquí conmigo haciéndome compañía porque la puerta la guarda un enorme
y fiero dragón morado, estás tan guapa como siempre o más, zalamero, te dije
que no te marcharas fuera, ya no puedes salir de aquí, así que tú la llevas, atrápame
si quieres recuperar el reino de los cielos, y entre risas corrían princesa y
cristiano por las galerías de un castillo mágico.
Mérida no regresó a ningún
reino, fue una nómada que viajaba incansable para conocer otras culturas y
otros reinos, la reina mora seguía escapando a su terraza las noches de luna
llena, y cuando las dos estaban cerca del mar en esas noches, cuenta la leyenda
que un cristiano se hizo amigo de aquella princesa persa tan bonita y tan mágica,
y que se quedó a vivir para siempre en el brillo de su mirada y su sonrisa, que
ella era su patria y su bandera, y que sus abrazos eran su templo y su
castillo, y que sus risas se oyen las noches de luna llena, entre la espuma
blanca que acaricia la playa y tienen en su reflejo las estrellas más bonitas
del cielo.
Antonio cintas anguas
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