la última carga
LA ÚLTIMA CARGA
Despertó furiosa, buscando
sus ropas y su espada, Adrián, maldito traidor la había drogado mientras escribía
palabras bonitas sobre su cuerpo y la tenía embobada, todos los hombres son
iguales, estaba vestida con ropas árabes de color azul, con brazaletes y
maquillada, se miraba frente a un espejo sin saber dónde estaba pero lo
sospechaba, una mujer la observaba, alta, delgada, con la piel del color de
caramelo y ojos oscuros, se veía hermosa tras su velo y sus ropajes negros, no
tenía dudas era la reina mora, música en la blanca flauta de Adrián, no pondrás
en peligro a mi familia Mérida, no puedes ir con ellos, el parlamento acabó
hace un rato y las tropas abandonaron el castillo y regresaron a la playa, no
sé el acuerdo pero siento un escalofrío que me recorre toda la espalda, si van
hacer lo que temo solo puedes honrar su sacrificio viviendo, ahora que te veo
de cerca adivino el motivo de Adrián para que no te pase nada, eres joven y
preciosa, le habrás vuelto loco para que escriba sobre ti sus poemas, pero yo
quiero combatir con ellos, si tengo que morir que así sea, no lo consentiré
Mérida, la discusión acaba cuando desde el castillo en pedazos y con grandes columnas
de humo negro y aun en llamas se oye el sonido de la flauta, la música de la
reina mora rompiendo el silencio de las calles, otra canción suena y lleva a
Mérida hasta los verdes bosques y valles de su infancia, suena a ternura y un
halo de despedida, y para sorpresa suena una tercera melodía aún más preciosa,
parece magia y poesía y acaba con el último adiós de la última estrella, la
noche comienza a darle paso a las primeras luces de la mañana, ya clarea.
Ya no brotan más palabras
cuando ven desfilar a los veintitrés Hospitalarios que quedan con vida camino
de la playa, la reina mora aprieta fuerte la mano de Adama que sabe que ha
metido en sus muros a la cristiana y que adivina en su rostro el dolor en el
alma al perder un amigo a quien quiere desde hace muchos años.
Hace un poco de fresco, la
mañana recién despierta y es hermosa, el cielo azul celeste, el canto de los pájaros,
el olor del mar, el sonido de las olas, la arena fina, sus aguas transparentes
y limpias, respira profundo y llena sus pulmones de ese olor a libertad y
felicidad, que bonito día para morir, el trote ya ha pasado a carga, a galope
tendido con su escudo y su espada, pero todo se mueve muy despacio, y ya no oye
nada, ni los gritos de unos a otros, ni de las armas, ni de las monturas, se
siente agotado de tantas batallas, va a pagar todos sus pecados que son muchos
y le pesan en el alma, hágase en mi según tu voluntad, en tus manos entrego mi
espíritu, y una multitud se lo traga, no oye el sonido de la lucha, del fragor
de la batalla ni de los cortes en su piel, todo va muy despacio hasta que de
repente todo es silencio y oscuridad.
Desde las murallas los ven
formar una línea, trotar, veintitrés contra cinco mil o más, ya van a la carga,
por la mejilla de la reina mora cae una lágrima, Mérida reza por un milagro, se
aproximan y una horda los engulle la lucha no dura mucho y entre toda la
multitud un caballo negro corre sin jinete por la playa con un punto blanco en
una alforja, es verso y la blanca flauta que ya no sonará más.
Antonio cintas anguas
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