maldito los hombres y sus guerras
MALDITO LOS HOMBRES Y SUS
GUERRAS
La misión era ir al Tarek a
proteger a la esposa de Karim, nos matarán antes de que nos acerquemos a sus
murallas, ni la bandera blanca podrá salvarnos la vida, y si se diese el
milagro tendría que enamorar o provocar los celos en la pareja, o sea, que lo
mire por donde lo mire estoy muerto, porque aunque no veo el plan oculto del
rey es lo mismo, mis días están contados, pero no puedo negarme o asesinará a
todos mis hermanos de la orden, una fortaleza imponente a lo lejos y ya nos
rodean cientos de soldados de Karin con cara de muy pocos amigos, entregamos el
mensaje con el sello del rey, mientras debemos esperar, se nos hizo de noche
durante el camino y puedo morir mirando a las estrellas, que las de esta noche
cálida me recuerdan a la sonrisa de Mérida.
Milagro nos permiten el paso,
y enseguida veo el rostro de nuestra suerte entre un velo y un vestido verde,
Karim se encuentra de regreso a la fortaleza y puede demorar unos días, nos
desarman, y ella acepta encantada nuestra compañía y protección y nos da las
gracias por salvarle la vida pues ella iba en la caravana que estaba siendo
atacada, se acerca a mí, me habla, quiere ser música, quiere ser poesía, como
la reina mora de mi flauta, le cuento la historia para que comprenda las
razones que me impiden poder hacerlo, las diferencias, pero solo consigo que
suspire más, y que sus ganas aumenten, no puedo defenderla sin mi espada, a su
orden todos tenemos nuestras espadas, ha oído que los cristianos le ponen
nombre a sus espadas y quiere saber el nombre de la mía, yo no le puse nombre,
perteneció a mi padre antes que a mí, y le puso el nombre el reino de los
cielos cuando perdió a mi madre, que romántico.
Pasaron los días, y Ludmila
no se apartaba de mi lado, cuando oía la música de la flauta le salían
chiribitas de los ojos y de sus labios siempre rojos suspiraba bien hondo,
llegó Karim que infundía miedo solo con mirarlo, y ya sabía lo de la caravana,
otra leyenda que me perseguiría, aun así no quería nuestra presencia allí, no
se fiaba del rey de Jerusalén y le sorprendió que le dijese que yo tampoco, mi
presencia aquí no es casualidad es un ardid para poner en peligro a usted o a
su esposa, Ludmila le hablaba maravillas de mí, quería que me quedase con
ellos, que no era un soldado como los demás, que tenía una sensibilidad especial,
que podría ser poeta, músico o filosofo, pero que era un testarudo hombre de
fe, y se desató la tragedia, tres traidores en las filas de Karim se quitaron
la ropa y portaban nuestros colores, con sus flechas trataron de matar a Karim,
asesinaron a mis hermanos y cuando fui a morir Ludmila se puso en medio y dio
su vida por mí, los tres traidores dijeron que siguieron ordenes mías antes de
morir, mientras tenia a Ludmila entre mis brazos y lloraba y le secaba una de
mis lágrimas que había caído sobre sus mejillas color de caramelo y bronce, era
tan hermosa como una noche de verano, suave como la flor de los cerezos,
maldito los hombres y sus guerras.
Karim ya no creía mis
palabras, los cristianos son todos unos mentirosos, me dejó con vida porque me
vio llorar por su esposa y no había mentira en mi llanto, tú le salvaste la
vida y tú se la quitaste, estamos en paz, perseguiré hasta el fin del mundo a
ti y a tu orden hasta veros a todos muertos, y a ti te arrancaré el corazón, ve
y dile a tu rey que ya tiene su guerra, Jerusalén será mía.
Y verso galopaba todo lo
rápido que podía, bajo la luz de las estrellas que esa noche lloraban por su
reina.
Antonio cintas anguas
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