dieciseis años
DIECISEIS AÑOS
Me contaron una vez una
leyenda, de una princesa persa que ya no vivía en Persia pues su reino ahora
desde hacia generaciones estaba en Almeraya, y vivía en un castillo de cristal
irrompible por el cabo de gata cerca de los arrecifes de las sirenas, tenia castillos
aquí allá, y caminaba por el desierto de tabernas o por la arena de la playa,
una vez me dijo, el amor se acaba a los dieciséis años, visto y comprobado, y
el desamor y los desengaños la acompañaban, a la princesa más hermosa de la
historia y de la galaxia, tal era su belleza, sus encantos y su magia.
Hoy quiero decirle que no es
verdad, que los números no son lo mío, pero el amor que nació al pedir un
abrazo hace diecisiete años o así, yo solo ser contar hasta diez no tengo más
dedos en las manos, pero yo nunca te he dejado de querer, desde que nuestras
almas se miraron en aquella carroza con forma de calabaza llamada calitos, me
encantó tu pelo y tus botas blancas, y como me enseñaste tu reino, tu corazón
desnudo, y el cariño empezó a ser mutuo, aunque tú ejerzas de hermana mayor
siendo más joven que yo y no vayas acabar nunca de educarme.
Eras una princesa con aire
infantil, insegura, que me mostró su belleza interior, lo precioso de sus ojos,
la poesía de su mirada, lo irresistible de su sonrisa, y todos los encantos de
su reino, sus mujeres, sus fiestas, sus hogueras de San Juan bajo un manto de
estrellas, noches de borracheras hasta potar la ambrosia de vidas pasadas,
noches de muchas risas yo que no se reír, y noches de muchas lágrimas cuando se
clavaron en tu corazón siete puñales como a la virgen de los Dolores.
Eres una princesa más madura,
con la cabeza llena de centellas, que aún recuerdo como me sacaste de madrugada
de la cama, o como fuimos a altas montañas a ver como nevaba, he visto como esa
niña se quedó dentro de ti, para sacar fuera la mujer escondida que llevabas,
años de secretos, de travesuras, de poesía, de noches de alcohol, muchas otras
de amargura, y cada año que pasa te quiero más que el año anterior, porque
cuanto más te golpea la vida, te levantas más valiente y más guapa, y por todo
tu cariño, por aguantarme, por tantas veces que te has preocupado por mí y me
has regalado tu tiempo y tu sueño, tú también me quieres.
Y hemos pasado esa barrera
maldita, sí vale con trampas, porque la leyenda se refiere amor de pareja, no
al amor de amigos o de hermanos, pero por un día, por un rato seamos tramposos,
aun recuerdo, tú me vas a perdonar por meterme donde no me llaman, y ahí
empezaste a llevarte mi cariño y mi alma, y ahí y con el paso del tiempo empecé
a quererte de modo insano, irracional, porque estar enamorado se queda corto yo
te quiero más.
El amor como dijiste se acaba
a los dieciséis años y yo te quiero mucho más, yo te quiero para siempre,
porque siempre que puedes vienes a verme, porque cuando me escribes y quieres
saber cómo estoy no es el clásico postureo lo preguntas porque te importa de
verdad, porque hemos arreglado los problemas del mundo un millón de veces,
porque no tuve que ponerte una mano encima para que me quisieras, porque no
hice nada, y gente vino y se fue, pero tú siempre estuviste como una amiga fiel
y leal compañera, porque donde todos huyen aburridos tú te quedas, y yo no me
moví de tu lado cuando el mundo se te hizo pedazos, siguen siendo tuyos, mi espada
y mi escudo.
Si te tengo a mi lado el
mundo da un poco de menos miedo, gracias por poner tanta luz en mi corazón tan
oscuro, por tratar de ponerle alegría a mis pensamientos tan negativos, que aun
estando rodeado de gente que me ama me siento muy solo, y me siento un poco
menos solo cuando tú me acompañas, ha pesar de nuestros enfados, de nuestros
silencios, de las veces que nos hicimos daños o nos fallamos, no es una
declaración de amor, sé que tu muchas veces crees que estoy enamorado o que te
deseo, o que incluso tu madre también piensa eso, pero yo no te amo ni te
quiero como un hombre, yo te quiero como un niño.
Cuenta la leyenda que un
cristiano se hizo amigo de aquella princesa persa tan bonita y tan mágica, y
que se quedó a vivir para siempre en el brillo de su mirada y su sonrisa, que
ella era su patria y su bandera, y que sus abrazos eran su templo y su castillo,
y que sus risas se oyen las noches de luna llena, entre la espuma blanca que
acaricia la playa y tienen en su reflejo las estrellas más bonitas del cielo.
Antonio cintas anguas
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