princesa azul
PRINCESA AZUL
Un ángel azul, de gasas celestes, que traía la noche en una cabellera larga como un cielo lleno de estrellas y la piel suave y blanca como la nieve, con la magia prendida en la mirada, en los universos de sus ojos, y un sol de luces blancas en su rostro como el despertar de las mañanas, con destellos dorados en un cuerpo de verano y toda la poesía de este maldito mundo en los labios, soñaba despierto desde los muros que defendía en Jerusalén cuando sus ojos me miraron, y mi corazón ya era suyo para siempre como mi espada y mi escudo.
Era una pintura en
movimiento, un libro en blanco al que aún le faltaban las letras, un poema que
escribir con la yema de los dedos, acariciando aquella amapola de labios llenos
de versos, era una ensoñación, como ver una lluvia de estrellas fugaces cayendo
desde el cielo, de existir los ángeles, tenían ese rostro, esa mirada, aquellos
ojos, y aquel cuerpo, una princesa que parecía sacada de un bosque de hadas y
que parecía un sueño.
Penetró en los muros, y de
camino al castillo aun me miraban aquellos ojos llenos de cometas, por culpa
del castigo a la orden me hice de cierta fama, y mi castigo era defender los
muros y en las noches de luna llena su torre más alta, solo podía salir a
proteger a los pelegrinos en los caminos una vez al mes, el resto del tiempo mi
corazón suspiraba, me estaba haciendo viejo, pero desde aquellas murallas
milenarias los atardeceres y los amaneceres nunca fueron más bellos, y desde la
alta torre nunca vi un cielo con más estrellas, y en las noches de luna llena
seguía tocando mi flauta, sin saber o ignorando que se había corrido la voz y
moras y cristianas al oír la música y conocer su historia suspiraban, como los
ojos de aquella princesa azul que se perdía a lo lejos y cuyos ojos me miraban.
Antonio cintas anguas
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