Saturday, September 07, 2013

algo diferente

Se asomó a la balustrada la ciudad bullia de gente y de puestos, los niños gritaban jugando entre las calles estrechas, las mujeres se agolpaban en los tenderetes de la ciudad, era verdad que la casa tenia unas increibles vistas, se podia ver las imponentes y milenarias murallas que la rodeaban, la ciudad tenia un color especial bañada por la luz del sol, aquella ciudad le resultaba muy espiritual todo a su alrededor tenia algo mistico, algo magico que no sabia como explicar con palabras.
Miró hacia el portón a la caravana que penetraba en la ciudad con sus camellos, caballos, gentes y mercaderias con vivos colores, y fue entonces cuando la vio llegar en un dromedario de pelaje blanco como la nieve envuelta entre tules y gasas de color rosa, su corazón comenzó a latir más deprisa, bajó a la puerta de su casa a recibirla ya sabia quien era, su padre habia acordado con un mercader cuando el era niño que llegado el dia acordado se casaria con su hija, ese dia habia llegado, no sabia nada de ella, era una completa desconocida le hubiese gustado poder elegir con quien casarse pero no podia renunciar a aquel acuerdo por el honor de la familia, y menos ahora que tras la muerte de su padre le habia tocado toda la responsabilidad al ser el unico hijo varón, en la entrada ya esperaban su hermana y su madre estaban tambien nerviosas pero lo disimulaban tras una amplia sonrisa, era un dia muy importante para la familia.
El mercader caminaba agarrado de la mano de su hija, poco a poco se iban acercando, su corazón latia cada vez más deprisa y cada vez más fuerte, tenia la sensación de que su corazón queria escapar y que saltaria de un momento a otro por su boca, ya estaban frente a frente se hizo el silencio que duró unos segundos, nadie decia nada, nadie hacia nada y nervioso y de un modo instintivo miró al mercader y dijo ¿y bien?.
El mercader, un hebreo alto y tosco y de aspecto un poco descuidado lo miró fijamente como si lo hubiesen despertado de un sueño profundo, dudó unos segundos, sonrió y apartando el velo de la cara de su hija dijo, esta es mi hija sara, era una mujer realmente hermosa con unos ojos profundos y almendrados una sonrisa que seria capaz de iluminar el mundo con su luz, tenia un pelo negro largo y liso casi hasta mitad de la espalda, tenia cuerpo de mocita se veia fragil y gracil al mismo tiempo, no podia apartar los ojos de la cara de sara y de aquella mirada marron que le acariciaba el alma cada vez que sus labios sonreian, samuel supo en aquel momento que estaba enamorado y que amaría con todo su corazón a aquella mujer hasta el fin de los tiempos.
antonio cintas anguas
mapashito

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