treinta años
TREINTA AÑOS
¿Sabes quien soy?, y al
levantar la vista me lancé a tu cuello y te abracé sin que te lo esperaras y me
devolviste el abrazo, y se detuvo el tiempo, que bonito son esos abrazos que
parecen que no acaban, como sino hubieran pasado treinta años desde la última
vez que vi tus ojos y esa cara tan guapa, mi niña, mi Sandrita, mi peque, mi
empollona, una niña tan lista que solo sacaba sobresalientes, que siempre
estaba riendo y siempre tenía una sonrisa en la boca, que se sentía fea y poco
porque era bajita y estaba más cerca del suelo, la belleza está en los ojos de
quien mira y para mí eras una belleza porque tú tenias magia, aunque no fueras
tan llamativa como el resto, tú eras luz y poesía y con esa sonrisa podías
enamorar a quien tú quisieras y poner a los demonios más fieros de rodillas,
ahora parecías un poco más alta y tenías el pelo más largo y Dios del cielo
sigues siendo preciosa, a mis ojos que no te olvidan, que aún recuerdan lo
bueno y lo malo de aquella amistad de instituto y de salidas nocturnas donde yo
no sabía como enamorarte, y que a las malas aprendí que nunca te enamoraría, y
que no me merecías.
Nunca te dije te quiero,
porque no se lo digo a nadie, porque no me sale, por mi timidez, o mis miedos
infantiles, o mi inmadurez, o porque soy tonto y me pasan las cosas que le pasan a los
tontos, pero te lo decía cuando en aquel cotillón yo te acompañé a los aseos de
la estación de tren aunque estuviera lejos mientras todas las demás tenían que
hacerlo en los árboles, en cada vez que te levantaba el ánimo y te sacaba una
sonrisa hasta hacerte reír cuando te sentías mal y fea porque te había jugado
una mala pasada el chico que te gustaba y que no te miraba como tú querías,
como me pasaba a mi contigo, como cuando te regalé aquel peluche tan temprano
una mañana de reyes magos donde te quedaste sin palabras porque no te lo
esperabas y te pusiste roja cuando te decía que estabas preciosa en pijama y
sin maquillar, y en el tiempo que te dedicaba y en como te miraba, pero bueno,
es mi historia de siempre, donde pongo el ojo nunca pongo la bala.
Nunca sabrás cuando te quise,
porque no lo sabe nadie, hice una bolita de pelusa y me la tragué hasta el
fondo y más profundo de mi alma, nunca sabrás cuanta falta me hiciste en estos
treinta años, que la vida son momentos y tú fuiste ese momento que pudo
cambiarme la vida, nunca sabrás que no me olvido de ti, que te veo y te
recuerdo cada día en ese cuadrado de cristal que me regalaste y que aún treinta
años después conservo y cada vez que lo miro te veo, que bonito fue poder verte
y que bonito fue ese abrazo, como si aun fuésemos jóvenes y fuésemos al
instituto y la noche fuese nuestra, que bonito fue sentir tu calor en mi pecho
y respirar tu olor, como si no hubieran pasado treinta años, como sino me
doliera, pero duele y no olvido, nunca sabrás cuanto te he querido.
antonio cintas anguas
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