la noche del día de los muertos
LA NOCHE DEL DÍA DE LOS
MUERTOS
Arwen despertó a Aragon, era
de madrugada, en esas horas de la noche donde las horas no cuentan porque
llevan el ritmo de los sueños y de sus misterios, le felicitó por el día de los
muertos y se pusieron hablar por curiosidad el modo en el que cada reino
afrontaba ese día, Aragon más tosco y callado explicaba que en el reino de los
hombres era casi un día normal, que los que seguían las tradiciones iban a
limpiar las lápidas o llevar flores a sus seres queridos, y sin tener que
preguntar Arwen le explicó como era el día de los muertos en el reino de los
elfos.
Los elfos eran especiales
tenían otra sensibilidad, vivían más años y tenían otro modo de ver el mundo,
nunca antes había pasado Aragon tanto tiempo hablando con Arwen que en aquella
noche no dejaba de hablar, una mujer fuerte, con mucho genio, independiente,
indomable y de gran corazón, que explicaba con su dulce voz cada detalle, y al
escucharla Aragon comprendía el motivo por el que Ulises atado al mástil de su
barco había perdido la razón, esa voz deberían tener las sirenas que volvían
locos a los hombres con sus canciones hasta que sus navíos se perdían en el
fondo del mar tratando de encontrarlas, mira dijo Arwen y agarrando de la mano
a Aragon lo llevó hasta el salón de la casa.
En el salón de la casa había
un altar con farolillos y flores naranjas, azules, rosas y amarillas, rodeando
a marcos con fotografías de los seres queridos con ofrendas e iluminados por
muchas velas, cada ofrenda es algo a quien el ser querido le gustaba en vida,
un plátano, una botella de cerveza de la marca que le gustaba, a Arwen se le
quebró la voz, y Aragon bebía cada una de las palabras que salían del alma y de
la boca de Arwen, regresaron a la cama, Arwen hablaba de katrinas, de la vida,
de que los seres queridos encontraban el camino a casa y eran felices al ser
recordados, Aragon nunca antes la pudo ver tan sensible, tan vulnerable, tan
niña, porque la que hablaba era su niña interior, la que guarda los recuerdos
más felices de esas personas que ya no están en este plano pero que dejaron su
huella imborrable dentro de cada uno de nosotros.
Arwen estaba preciosa con
aquel camisón negro, le acarició la mejilla y apartó aquella lágrima de
purpurina que resbalaba por su cara, era sin duda una belleza, mira, estamos
viendo amanecer juntos se nos hizo de día, Arwen que no había parado de hablar
se calló de repente, Aragon la abrazó junto a su pecho y veía como la noche
seguía en el cuerpo y en el corazón de Arwen donde en su piel seguían brillando
las estrellas más bonitas del cielo.
antonio cintas anguas
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