la ciudad de la luz
LA CIUDAD DE LA LUZ
Dulcinea está enamorada de
Sancho, que hace vibrar con su magia y con su sonrisa su corazón, con los
destellos y el misterio de la ciudad de la luz, le toca el alma, le acaricia y
le desnuda su interior más sensible hasta hacerle brotar de tanto amor y
emoción lágrimas que resbalan por la belleza de su cara. Un rostro de porcelana
como diría su poeta de la triste figura, su don quijote, que le escribe poemas
que le gustan tanto que consigue con su locura inmadura e infantil hacerla
sentir afortunada. Dulcinea se siente más cómoda hablando con los hombres que
con las mujeres, tiene más amigos que amigas, se siente más libre, más rara
también, pero más raro es ese amigo que leyó tantas novelas caballerescas que
se las creyó hasta perder la cabeza, si es que alguna vez estuvo cuerdo.
Dulcinea sabe que despierta
cosas en los demás cuando la miran, pero su caballero de la triste figura le
saca una sonrisa o le alegra el día cuando recibe y lee su poesía, tiene tanta
imaginación, le agrada como sus ojos la ven porque ve más allá de lo evidente,
ve cosas que no todo el mundo ve, y eso la hace sonreír y derramar toda su
dulzura sobre ese poeta loco, ese caballero de la triste figura al que quiere
cuidar, y borrarle lo triste para que sea al menos un poco como los demás, pero
sin tocar esa pizca de locura que le hace escribir tan hermosas letras, esas
que la hacen sentir poesía por las noches cuando acostada en su cama se queda
mirando la hermosura de la luna llena.
Es un dormilón, más de una
vez lo encontró dormido sobre la mesa llena de cuadernos y de poemas, y lo ha
cubierto con una manta y ha apagado la luz de la velas para que solo le
iluminen el rostro la luz de las estrellas, y ha leído con esa tenue luz,
letras que hablaban de ella, de su piel de caramelo, de sus ojos llenos de
universos, de las mariposas de sus labios y los versos de su boca, de las noches
de su cuerpo y de su cabello, que es un deseo en una estrella fugaz, que es la
sonrisa y la alegría de una noche de desvelo haciendo música y poesía dos almas
pidiendo prestados dos cuerpos, que la ciudad de la luz es una mentira porque
nunca sale el sol y tiene un sol que no quema, que la ciudad de la luz está en la
mirada y en las caricias de las manos de su dulcinea.
Dulcinea emocionada le abraza
suave, le da un beso en la frente y lo deja soñando con princesas y gigantes,
con sus historias de caballeros templarios y sus cruzadas por luchar por la
justicia y los inocentes, y se marcha con una sonrisa en los labios, a la luz
de una vela a su alcoba a llenarse de la magia de Sancho, porque como piensa
don quijote, la ciudad de la luz está en su mirada y en las caricias de sus
manos.
antonio cintas anguas
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