sayumi
SAYUMI
Sayumi era una mujer
especial, aunque su estado emocional era una continua montaña rusa porque era
muy pasional y fogosa y su cabeza iba siempre más rápido de lo normal, cientos
de miles de veces había oído a su madre decirle que tenía que ir más despacio o
tomarse un respiro para pensar en las cosas con más tranquilidad, extrañaba a
su madre que era la persona a la que mas amaba en el mundo, pero ahora por
motivos laborales estaban separadas la una de la otra por cientos de
kilómetros, aunque con las tecnologías se podían hacer videollamadas y seguir
en contacto, no era lo mismo, extrañaba su olor, su voz al llegar a casa o
llamándola para hacer las tareas atrasadas que tanta rabia le daba realizar el
día que libraba, que lejos estaba Kagoshima y aquellos días felices donde
pasaban juntas días de playa y todos eran bromas, sonrisas, y la vida parecía
de color de rosa, un pueblo pesquero de gente sencilla y humilde, donde tuvo
sus primeros romances, sus primeras decepciones, le gustaban los chicos con el
pelo largo cuanto más pelo tuvieran mejor, recordaba ver las puestas de sol,
como un sol gigante y naranja era tragado por el horizonte, o ver los barcos de
los pescadores perderse hasta donde alcanza la vista dejando una estela en el
mar que enseguida se borraba, nada que ver con esas rayas en el cielo que
dejaban por horas los puntitos en el cielo que eran los aviones, tenía que
volver a caminar descalza por aquella playa y sentir como el agua le hacia
cosquillas entre los dedos cada vez que acariciaba sus pies con su tibieza.
Ahora Sayumi era una celadora
novata en un hospital de Tokio, tenía pensado regresar a casa pero las cosas de
palacio van despacio, la burocracia, en el hospital le tenían mucho cariño
porque era muy dulce y agradable con los enfermos, que les llamaba la atención
no solo su pelo de color rosa, porque se podían ver más en casi cualquier
parte, llamaba la atención por su piel blanca y sus ojos verdes como
esmeraldas, eso sí era poco habitual, y algún anciano le había llegado a decir
que era una valquiria de Odín, pero Sayumi no podía ser una valquiria, ella no
servía a ningún hombre ni a nadie, era rebelde, indomable, tenía cierto éxito
con los hombres las pocas veces que salía de su diminuto apartamento e iba a
locales atestados de gente donde podía hincharse a beber cerveza y a oír música
cañera, era una fan del heavy metal y le gustaba salir con su camiseta de Metallica
y maquillarse, hasta que algún idiota le empezaba a estropear la noche, le
habían roto demasiadas veces el corazón, Sayumi tenía una idea distinta del
amor a lo que la mayoría ha sido educado, y le pasaba casi igual con el sexo,
ya no quería sentirse expuesta al menos por un tiempo, así que en su pisito
diminuto cuando libraba y tomando una cerveza fría recordaba lo de valquiria,
se reía, ella era más una Ronin, una samurái de armadura rosa sin amo, se veía
como la power ranger rosa pero más fuerte y empoderada, con su armadura rosa no
siento tomada en serio y haciendo rodajas a tipos malvados que no merecían el
aire que respiraban, porque Sayumi odiaba los cobardes, las mentiras, y por
encima de todo las injusticias, y se imaginaba haciendo justicia con su espada.
En su diminuto mundo vivía
con un gato negro llamado Salem y una gata blanca llamada Frozen, y cuando más
se reía o le daban ataques de risa, Salem parecía que se reía con ella, y se
ponía revoltoso, y provocaba a Frozen que era más fría, más distante e
independiente, le gastaba bromas, le daba sustos y Frozen le golpeaba y Salem
más se reía, aquel gato negro le daba la vida con sus locuras, parecía una
persona, Sayumi tenía pocos amigos porque siempre pensó que el traslado sería
enseguida, pero ya llevaba dos años allí y solo conocía a un hombre por un
chat, nunca lo vio en persona, ni en una fotografía, era un hombre amable que
le escribía poemas y le contaba historias bonitas, un hombre con asperger que
estaba cerca de cumplir medio siglo y que solo había visto la vida por un
agujerito muy pequeño y que tenía una depresión grande y siempre le hablaba de
enfermedades y dolores como un paciente que se queja, pero parecía buena
persona y casi siempre le sacaba una sonrisa porque su locura era graciosa,
allí estaba Sayumi descansando, con más papeles que firmar encima de la mesa para
el traslado y poder regresar al hogar, pensando por un segundo en Rakun su
poeta encerrado entre cuatro paredes de oro, abrió la ventana y le envió un
beso a la luna, a las estrellas, después de todo la misma luna les estaba
iluminando y seguro que la imaginación infantil de Rakun encontraría ese beso de
sus labios, porque vería el rosa en una estrella, o en una luna, y entonces Sayumi
vio como el cielo de la noche se llenaba de estrellas rosas, hasta la luna
llena con sus estrellas fugaces y el cosmos, parecía que el cielo se llenaba de
cientos de miles de hojas de cerezos, Rakun lo había vuelto hacer, le había
sacado una sonrisa rosa a su cara a su corazón, y a su alma, volvía a sentirse
poesía, mientras Salem volvía a estar riendo y gastándole bromas a Frozen bajo la
magia de su risa rosa y el brillo de las esmeraldas de sus preciosos ojos
verdes.
Antonio cintas anguas
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