Monday, March 06, 2023

sayumi

 


SAYUMI

 

Sayumi era una mujer especial, aunque su estado emocional era una continua montaña rusa porque era muy pasional y fogosa y su cabeza iba siempre más rápido de lo normal, cientos de miles de veces había oído a su madre decirle que tenía que ir más despacio o tomarse un respiro para pensar en las cosas con más tranquilidad, extrañaba a su madre que era la persona a la que mas amaba en el mundo, pero ahora por motivos laborales estaban separadas la una de la otra por cientos de kilómetros, aunque con las tecnologías se podían hacer videollamadas y seguir en contacto, no era lo mismo, extrañaba su olor, su voz al llegar a casa o llamándola para hacer las tareas atrasadas que tanta rabia le daba realizar el día que libraba, que lejos estaba Kagoshima y aquellos días felices donde pasaban juntas días de playa y todos eran bromas, sonrisas, y la vida parecía de color de rosa, un pueblo pesquero de gente sencilla y humilde, donde tuvo sus primeros romances, sus primeras decepciones, le gustaban los chicos con el pelo largo cuanto más pelo tuvieran mejor, recordaba ver las puestas de sol, como un sol gigante y naranja era tragado por el horizonte, o ver los barcos de los pescadores perderse hasta donde alcanza la vista dejando una estela en el mar que enseguida se borraba, nada que ver con esas rayas en el cielo que dejaban por horas los puntitos en el cielo que eran los aviones, tenía que volver a caminar descalza por aquella playa y sentir como el agua le hacia cosquillas entre los dedos cada vez que acariciaba sus pies con su tibieza.

 

Ahora Sayumi era una celadora novata en un hospital de Tokio, tenía pensado regresar a casa pero las cosas de palacio van despacio, la burocracia, en el hospital le tenían mucho cariño porque era muy dulce y agradable con los enfermos, que les llamaba la atención no solo su pelo de color rosa, porque se podían ver más en casi cualquier parte, llamaba la atención por su piel blanca y sus ojos verdes como esmeraldas, eso sí era poco habitual, y algún anciano le había llegado a decir que era una valquiria de Odín, pero Sayumi no podía ser una valquiria, ella no servía a ningún hombre ni a nadie, era rebelde, indomable, tenía cierto éxito con los hombres las pocas veces que salía de su diminuto apartamento e iba a locales atestados de gente donde podía hincharse a beber cerveza y a oír música cañera, era una fan del heavy metal y le gustaba salir con su camiseta de Metallica y maquillarse, hasta que algún idiota le empezaba a estropear la noche, le habían roto demasiadas veces el corazón, Sayumi tenía una idea distinta del amor a lo que la mayoría ha sido educado, y le pasaba casi igual con el sexo, ya no quería sentirse expuesta al menos por un tiempo, así que en su pisito diminuto cuando libraba y tomando una cerveza fría recordaba lo de valquiria, se reía, ella era más una Ronin, una samurái de armadura rosa sin amo, se veía como la power ranger rosa pero más fuerte y empoderada, con su armadura rosa no siento tomada en serio y haciendo rodajas a tipos malvados que no merecían el aire que respiraban, porque Sayumi odiaba los cobardes, las mentiras, y por encima de todo las injusticias, y se imaginaba haciendo justicia con su espada.

 

En su diminuto mundo vivía con un gato negro llamado Salem y una gata blanca llamada Frozen, y cuando más se reía o le daban ataques de risa, Salem parecía que se reía con ella, y se ponía revoltoso, y provocaba a Frozen que era más fría, más distante e independiente, le gastaba bromas, le daba sustos y Frozen le golpeaba y Salem más se reía, aquel gato negro le daba la vida con sus locuras, parecía una persona, Sayumi tenía pocos amigos porque siempre pensó que el traslado sería enseguida, pero ya llevaba dos años allí y solo conocía a un hombre por un chat, nunca lo vio en persona, ni en una fotografía, era un hombre amable que le escribía poemas y le contaba historias bonitas, un hombre con asperger que estaba cerca de cumplir medio siglo y que solo había visto la vida por un agujerito muy pequeño y que tenía una depresión grande y siempre le hablaba de enfermedades y dolores como un paciente que se queja, pero parecía buena persona y casi siempre le sacaba una sonrisa porque su locura era graciosa, allí estaba Sayumi descansando, con más papeles que firmar encima de la mesa para el traslado y poder regresar al hogar, pensando por un segundo en Rakun su poeta encerrado entre cuatro paredes de oro, abrió la ventana y le envió un beso a la luna, a las estrellas, después de todo la misma luna les estaba iluminando y seguro que la imaginación infantil de Rakun encontraría ese beso de sus labios, porque vería el rosa en una estrella, o en una luna, y entonces Sayumi vio como el cielo de la noche se llenaba de estrellas rosas, hasta la luna llena con sus estrellas fugaces y el cosmos, parecía que el cielo se llenaba de cientos de miles de hojas de cerezos, Rakun lo había vuelto hacer, le había sacado una sonrisa rosa a su cara a su corazón, y a su alma, volvía a sentirse poesía, mientras Salem volvía a estar riendo y gastándole bromas a Frozen bajo la magia de su risa rosa y el brillo de las esmeraldas de sus preciosos ojos verdes.

 

 

 

 

 

Antonio cintas anguas

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