Tuesday, February 07, 2023

como las flores y las hojas de los cerezos

 


COMO LAS FLORES Y LAS HOJAS DE LOS CEREZOS

 

A Sakura Rumi le faltaban horas al reloj para poder realizar todas las tareas que tenia que hacer al día, era como una carrera de obstáculos se vestía para dejar a Akira en el colegio, y para llegar a tiempo a trabajar, en la escuela de música de la ciudad, era la chica para todo, su amigo Rakun Murakami le decía que aquello no podía funcionar sin ella, aunque ambos sabían que sí, que en este Mundo solo estamos de paso, Sakura era hija única, y como todas las hijas y madres tenían discusiones en las maneras de hacer las cosas, educar a Akira, en la forma de vestir, y tenía una pareja desde hace casi veinte años y tenía sus momentos de altos y bajos, suponía que como todas las parejas, pero los momentos bajos la entristecían hasta llorar en silencio cuando nadie la veía, pero así es la vida, o al menos la suya, tenía días donde se sentía mala hija, mala madre, mala pareja, insuficiente para este Mundo, y días donde su sonrisa era toda la luz de los cielos porque Sakura tenía una sonrisa muy bonita, y tenia un poeta, un espejo mágico como en los cuentos de hadas que siempre la veía bonita y buena, y pintaba sus días más grises de colores, con los colores del cariño, y le gustaba todo en ella, todo lo encontraba bonito.

 

Tenía un amigo Rakun Murakami que en sus tiempos de juventud cuando las hormonas están descontroladas y crees que te vas a comer el Mundo, la estuvo cortejando durante dos años, pero Rakun vivía lejos, y era muy mayor y un poco raro, era una persona sin duda especial, pero no estaba enamorada, le brindó su amistad, durante años fueron íntimos amigos de risas y de lágrimas, hasta que un día Rakun desapareció. Con los años volvieron a tener contacto, aunque ahora Rakun era un hombre huraño, y más oscuro, conseguía sacarle una sonrisa, con sus bromas, y sobre todo con su poesía, porque Rakun era su poeta, y se fueron a encontrar justo cuando ambos más necesitaban del otro, recordaba frases muy antiguas como somos dos ángeles que se necesitan sin saberlo, ahora cobraba más sentido, no tenia casi tiempo para hablar con Rakun, porque sentía que su vida era como la del conejo de Alicia en el país de las maravillas siempre corriendo de un lado al otro, pero cuando ese tiempo aparecía, el calor humano podía sentirse a pesar de la distancia y de lo frio que puede ser la pantalla de un teléfono, pero ambos se sacaban sonrisas cuando estaban tristes, y se daban consejos, y Rakun la cubría de poemas que tardaba semanas en poder leer porque no tenía tiempo para nada, y aunque Sakura pensaba que Rakun era un exagerado, cuando se miraba al espejo el loco Murakami conseguía que se sintiese guapa, hasta ya le empezaba a gustar su color de piel fruto de bromas en su infancia que le dolían, y ahora empezaba a ver ese color canela, a caramelo, a nácar que leía una y otra vez en los versos de los poemas que recibía.

 

Todo el mundo tendría que tener un amigo como Rakun, aunque Sakura sabía que ese no era su verdadero nombre, era un apodo cariñoso, sin embargo ella sí tenia un nombre bonito y muy extendido en Japón, de regreso a casa recordaba las últimas palabras de Rakun, que le decía que sus lunares de su piel de caramelo eran ángeles, o que eran las estrellas más bonitas del cielo pintando su piel de cielo dejando sus brillantes huellas de plata, o que cada lunar era una flor y ella la primavera, o que sus estrías eran las olas del mar con su espuma blanca y rumor de caracolas, y su cicatriz era un dragón blanco de la suerte como el de la historia interminable, que con su kimono parecía la emperatriz más bonita de todas las dinastías, y que con aquel lazo rojo era un regalo del cielo para todos los que con el alma la amaban o la querían.

 

La más bonita de todas las dinastías era su Akira que estaba en casa de la abuela al ser festivo, y a la que estaba deseando estrechar entre sus brazos y verla vestida con el traje tradicional, los curiosos la miraban caminar con su sombrilla rosa, el pelo recogido y un kimono de hermosas flores que resaltaban el calor de sus ojos y el encanto de su sonrisa, el camino era ya todo rosa, dentro de poco toda la ciudad estaría en la calle para ver y disfrutar de los paisajes de los cerezos, y Sakura Rumi caminaba feliz, con todas las estrellas recogidas en su cabello, con un poema en las mariposas de sus labios, y con toda la luz y la magia dentro de sus ojos, de su mirada llena de música y de un millón de luciérnagas, porque ella era música y poesía en su piel caramelizada y suave como las flores y las hojas de los cerezos.

 

 

 

 

 

 

Antonio cintas anguas

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