dos mariposas

 

DOS MARIPOSAS

 

La reina mora camina por la playa descalza sintiendo en sus dedos un cosquilleo cuando besan sus pies las olas del mar y mece su larga melena el viento, hoy se siente más mujer y se puso su conjunto rojo de piedras rojas y blancas, quiere verse sensual y lleva sus caderas y casi toda su piel de miel al aire para que la abrace la luz del sol, aunque nadie la vea, se siente poesía cuando mira el color de piel que tanto le gusta a su amigo, va hablando con su dromedario blanco, su blanquito que parece que entiende todo lo que habla y que la mira como si estuviese pensando que está loca. 

 

Que bien le vendría un abrazo de esos que te llenan de calor y te recomponen por dentro, pero si el sultán se entera le saca los ojos al cristiano por mirarla y le corta las manos por tocarla y ella como castigo acabaría unos días en una sucia mazmorra, que difícil es ser sultán, con sus altos y sus bajos, si supiera de los poemas que le levantan el ánimo, que no tienen maldad que es un amigo de juventud, pero los celos le harían matar a blanquito y a todos los cristianos del castillo, que difícil es ser reina mora.

 

Entonces le sacan de sus pensamientos dos mariposas, una de alas rosas y otra de alas amarillas que mueven sus alas entre sus dedos y sus anillos y un golpe de brisa las espanta y las hace volar muy alto como si fuesen pájaros, mira de soslayo al castillo y le entra una sonrisa nerviosa esta noche aun será de luna llena y se mostrará con sus ropajes rojos por las almenas para que su amigo el cristiano saque toda la tinta de su alma de poeta.

 

Se vino la noche y miraba como tiritaban en un mar en calma las estrellas azules, miraba la ciudad dormida a sus pies, y miraba al horizonte bajo la luz de la luna y cerraba los ojos sintiendo como las letras se derramaban por su piel y que la hacían poesía y la cubrían de piropos y de palabras bonitas por sus ropajes y labios rojos, sintió el deseo de bailar, era poesía y música y sonriendo como una niña pequeña se fue a dormir soñando que la mecían las estrellas.

 

 

 

 

 

 

Antonio cintas anguas