la reina templaria
LA REINA TEMPLARIA
Por fin hizo un amigo
en la corte es todo
demasiado aburrido
y el templario que la guardaba
le respondía aunque
lo tuviera prohibido
Rodrigo era muy joven
para ser un soldado del temple
pero era el hijo mayor
de un duque, o de un conde,
y se vio envuelto en esa situación
Con Rodrigo se podía desahogar
ser ella, y aquel condenado
zalamero siempre sabía
como hacerla reír
con sus bromas y sus poemas
Hasta que una noche
un enemigo llamó a sus puertas,
parecían hombres
pero tenían en la oscuridad
los ojos rojos y su sombra
la del diablo que lo habitaba
y que venía pidiendo sangre
La reina tenía que ser rescatada,
llevarla a otra fortaleza,
intentó en vano llevarse a su Rodrigo
pero solo podían acompañarla
los mejores guerreros y más fornidos
Al amanecer y en la distancia
se encogen los corazones,
son al menos mil a uno
miles de cientos de hormiguitas
tratando de devorar una golosina
blanca como aquel castillo
trepaban por sus muros
La reina cabalga a toda velocidad,
no escucha las palabras
de su compañía,
que le cuentan
que para volver son
cuatro días de ida
y como poco otros cuatro de regreso
y el castillo caerá en un día
La reina ha visto luchar
a los templarios,
aguantarán, está convencida,
tienen que aguantar
Al rey gris, a quien no soporta,
le promete ser su reina y esposa,
con la condición, de que recupere
su esbelto y bello castillo blanco,
por supuesto accede
lo ve el capricho de una niña
pero tendrá poder en la santa sede
y se unen a la lucha cientos de reyes
Y alcanzan el castillo
y dos hombres pelean por su vida
un hospitalario, y un templario
espalda con espalda
pero la lucha no es justa
están perdidos,
que uno de ellos sea Rodrigo
y la reina deja caer su capa
y desenvaina su espada
Con su armadura blanca
se lanza al ataque
y le siguen cientos de miles
de hombres con sus estandartes
El enemigo estaba desprevenido,
si tardaron en tomar el castillo
ocho días, resistiendo solo
ochocientos templarios,
todo ese horizonte de cruces
los convertirá en cenizas y polvo,
los aplastarán
con los cascos de sus caballos
No hay vida en su bello castillo,
todos los soldados han caído,
masacrados como sus habitantes,
hombres, mujeres y niños,
y corriendo por almenas
y pasillos por fin encuentra
a su amigo Rodrigo
con sus ojos verdes
apagados para siempre
Y entre sus manos
junto a su pecho
una carta, le cierra los ojos,
coge la carta entre lágrimas,
y en su frente le da un beso,
eras más fuerte de lo que pensabas,
mi peque, mi pequeño templario,
dice la reina con la voz quebrada
y el alma rota
Antonio cintas anguas
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