memo
MEMO
Un lunar me dijo que viajaba en el submarino del
capitán Memo. Querrás decir Nemo le quise corregir, y otro lunar me dijo no,
no, es Memo, Juan Tontoto Doslosdías Memo, su segundo es Margarita Zacarías Aguadelpozo,
y a mí me colocaron de torpedero en un submarino que parecía el mundo de Alicia
navegando un océano de lunares y yo un sombrerero loco que escuchaba sus historias,
hasta ser tragados por la belleza de unos ojos rojos y salir por su boca
volando en un suspiro de purpurina y lunares dorados.
Un mar o mares de espuma blanca y de color nacarado,
de puntos dorados que contaban historias o que cantaban como las sirenas de
Ulises, otros pedían besos como las princesas de cuentos infantiles que sueñan
con el beso de un príncipe, navegaba Memo sin rumbo, porque no existía mapa
alguno de aquel sueño, de aquella fantasía, donde lunares dorados recitaban
poesía.
Y Memo puso rumbo al Norte, de donde caímos, tratando
de esquivar a lunares dormidos, y a otros que buscaban caricias cálidas y
contaban historias fantásticas sobre una mujer de corazón de fuego, que miraba
la Luna y su piel cambiaba de color y se volvían sus lunares de plata, una
mujer de hermosa alma, el submarino daba muchas vueltas, estábamos perdidos y
un lunar fue quien nos mostró el camino, no tiene perdida, sigue a los puntos.
Llegamos al destino a Venus y a Marte flanqueando los
labios más bonitos, y como torpedero tuve que apuntar y lanzar los torpedos,
que lanzaron un montón de flores de todos los colores, el otro de purpurina con
bravos caballitos de mar que querían abrir esa boca, que seguro se abriría con
un ábrete sésamo, y volvió a suspirar y esta vez volamos más lejos, pues su
suspiro estaba lleno de besos.
Antonio cintas anguas
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