Tuesday, August 16, 2022

una rosa de la última nota

 


UNA ROSA DE LA ÚLTIMA NOTA

 

Había sido su cumpleaños, Adama le había regalado un caballo blanco precioso, blanquito ya estaba mayor, le puso de nombre nieve, la noche fue muy romántica Adama hacía tiempo que no la tocaba y le hizo el amor con pasión entre sábanas de sedas cubiertas con pétalos de las más hermosas flores, y fue muy tierno con besos y caricias, quedó profundamente dormida y si el cielo se hubiese caído sobre sus cabezas no habría oído nada, estaba agotada y feliz y con una sonrisa en el alma se dejó llevar por un sueño profundo que prometía sueños hermosos y un bello y dulce despertar.

 

Las primeras luces del alba comenzaban a llenar la habitación el canto de los pájaros anunciaba que la noche ya había tocado a su fin, estaba relajada con pétalos de rosas pegados al sudor de su cuerpo por una noche de amor, unos gritos lejanos que no llegaba a comprender medio la despertaron, quiso dormir un rato más en el pecho de Adama, pero la cama estaba vacía, un extraño escalofrío y un mal presagio la pusieron en alerta, al centinela de la puerta le sacó toda la información con gritos y amenazas, con una daga en el cuello que cortaría sino le daba respuestas, Adama no quería oír el sonido de la flauta aquella noche, solo quería escuchar los suspiros y gemidos de su reina y envió a mil inmortales a atacar el castillo de los cristianos, los inmortales con sus ropajes negros, sus velos dorados y sus capas negras, la élite del reino, pero algo salió mal, y habían sufrido una derrota vergonzosa, los cristianos tal vez querrían asaltar la alcazaba como represalia, la concordia se había roto por celos, corrió por los pasillos hasta llegar a su azotea, del castillo salía una pequeña columna de humo negro y en la playa Adama hablaba con los mandos del castillo de San Jorge, no podía permitirlo tenía que evitar la guerra de cualquier manera tenía que poner fin a la locura de los hombres.

 

Se vistió deprisa y cabalgó sobre nieve tan rápido como pudo, la perseguían pero ella iba mucho más deprisa que su escolta, pasó por el lado de Adama y los cristianos gritando no a la guerra, y cabalgó como un rayo de luz hasta el castillo de San Jorge donde todos los cristianos tras sus murallas por respeto agacharon la cabeza para no mirarla o se arrodillaron, todos menos uno, su amigo, se quitó el velo y todo lo que le molestaba y su melena quedó al descubierto y en silencio sus ojos se miraban fijamente, allí estaba su amigo, con sus ojos verdes y su barba que empezaba a ponerse blanca, era casi diez años mayor y había envejecido mal, recordaba cuando era más joven y ella casi una niña y se veían a escondidas y le presentó a Adama y como le dijo si yo fuese tú le echaba el lazo y no lo dejaba escapar, no intenteís tomar la alcazaba muchos otros lo intentaron durante siglos y solo lograron arañar los portones, por favor no pierdan vuestra vida en vano. No podía apartar la mirada de aquellos ojos preciosos, como una noche sin estrellas, de aquella melena larga y suave como si fuesen hilos de la más fina seda, de su ropa color violeta adornada con cientos de estrellas doradas, no podía ser ni estar más guapa incluso cuando estaba tan seria, no tardaron en venir por ella, su escolta, Adama, los inmortales, el capitán de los templarios, la vio alejarse y sabía o sospechaba que la estaba viendo por última vez, su niña, su musa, su música y poesía, su amiga, su reina mora.

 

Había pasado un mes y todo estaba en calma, el cristiano no había vuelto a escribir ni a tocar la flauta tal, vez lo castigaron y estaba preso en alguna sucia mazmorra cristiana, le extrañaba que Adama no le hubiese gritado por lo que había hecho al contrario se le veía más feliz y estaba más cariñoso y atento, ella se había prometido así misma no cambiar el color de su ropa hasta que volviese la concordia, el grito del vigía puso a todos en alerta, un pecio cristiano, barcazas en la playa, Adama tranquilo había firmado un nuevo documento, la concordia regresaba si los hospitalarios abandonaban el castillo de San Jorge, marchan a Jerusalén a proteger a los peregrinos en los caminos le susurró Adama, una lágrima resbalaba por su mejilla enviaban a su amigo el cristiano a una muerte segura, a lo lejos bajo la luna una sombra levantaba la mano en señal de despedida, poco después sonaba la flauta y su música y el eco de risas de los soldados cristianos y Adama el grande se marchó enfadado y humillado, abandona las murallas, la reina mora se queda sola, escuchando como el sonido se va alejando y se apaga y solo queda el rumor de las olas.

 

A la mañana siguiente vuelve a cabalgar como un rayo hasta el castillo de los cristianos, esta vez no queda nadie en pie, todos se han arrodillado en señal de respeto, de la nada cae una flecha en la arena de la playa con un pergamino, las últimas palabras de su amigo el cristiano. Te ves preciosa con ese morado casi rosa con el bordado de tantas estrellas doradas, parecía que estaba soñando, me marcho a tierra santa, no es un adiós sino un hasta luego porque estoy convencido que volveremos a vernos, en esta vida o en la otra, porque en esta guerra sin sentido y de odio por una religión diferente, a tu lado he aprendido que el único y verdadero paraíso eres tú, mi vida le pertenece a Dios en cuerpo y alma y no importa si muero en su nombre en tierra santa, mi corazón siempre será tuyo, y te seguiré escribiendo palabras bonitas aunque no las puedas leer, y todas las noches donde brille la luna llena tocaré la flauta siempre que pueda, pensando en las notas que una vez puse en tu piel, nos veremos pronto un fuerte abrazo, me conozco, te voy a querer siempre. La reina mora aprieta fuerte contra su pecho aquel trozo de papel, cierra los ojos mirando al cielo y suspira profundo, con lágrimas calientes brotando de sus ojos, acariciando sus mejillas de color miel, lo lanza al mar y se queda mirando como se corre la tinta, como se arruga y como se hunde al fondo con los besos de las olas.

 

Ha pasado un año y no sabe nada de su amigo cristiano, solo noticias que le perturban de sangrientas batallas, ha vuelto a vestir mostrando su piel para hacer rabiar a Adama, es su forma de vengarse, solo viste colores oscuros ha descubierto que le gusta el color negro, en las noches oscuras habla con blanquito y con nieve como si los animales la entendieran, y las noches de luna llena mira la ciudad en sombras, el mar en calma solo roto por el reflejo de una luna que en ocasiones le trae el sonido de una flauta, de una música que solo ella oye, y se pone a bailar en silencio como las locas bajo la luz de la luna esperando que brote una rosa de la última nota.

 

 

 

 

 

 

Antonio cintas anguas

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